Una moto

Carlos Fernández Coto SECCIÓN ÁUREA

CARBALLO

24 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde hace tres días, una moto de gran cilindrada permanece a la entrada de un campo de fiesta, en una zona prohibida al tráfico, sin que nadie venga a recogerla; seguramente su dueño ni recuerda dónde la dejó aparcada, tras un atracón alcohólico.

A escasos metros, bajo unos soportales, dormía una pareja rodeada de botellas de alcohol; un transeúnte pasó a su lado, abrió una de las cajas de cerveza y se bebió una, sin que ellos se inmutaran, porque ni despertaron.

Horas antes, manadas de jóvenes entraban al campo de la fiesta con bolsas cargadas de bebidas alcohólicas, mientras las orquestas calentaban el ambiente; esos mismos jóvenes salieron -los que fueron capaces- sin las bolsas, y una gran cuadrilla de trabajadores pasó varias horas recogiendo basura, ayudados con una excavadora y un camión, toneladas de botellas y plásticos sin reciclar. Otros trabajadores irrigaban el lugar con una manguera de agua para limpiar los litros de alcohol -y orines- que dejaron en el campo.

No hablamos de una fiesta concreta, sino de una marca España (porque en Portugal, Francia o Estados Unidos no lo permitirían): fiesta es sinónimo de botellón. Y nadie hace nada para remediarlo, y faltan valores, normas y educación.

Los políticos nos venden la moto de que estamos ante las generaciones más preparadas, pero somos líderes en paro juvenil, y es que mientras los nuestros se emborrachan, en otros países se forman en oficios y hacen trabajos comunitarios desde jóvenes, pero es el modelo que hemos elegido. Y el que no encaja, emigra a otro país para formarse de verdad y trabajar.