28 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

A diario oímos la tópica frase «a mí, el arte contemporáneo no me dice nada, porque no lo entiendo», y tienen razón, porque no están educados para entenderlo, tampoco han tenido la oportunidad de que alguien sensato se lo explique. Y es que no se puede entender una obra de arte contemporáneo si no se han leído libros acerca de las tendencias artísticas, estilos o modos de expresión artística. Tampoco se han leído lo que los autores o los comisarios escribieron sobre la obra o sobre el artista.

También es cierto que una parte de lo que se expone en galerías y espacios artísticos es pura ficción, que solo puede entender su autor, si cabe. Y esto no sucedió siempre, porque la contemporaneidad de Goya no es la de Duchamp, ni la de Warhol. Porque el arte realista muestra abiertamente (casi) todo lo que quiere mostrar y es tan evidente que todo el mundo lo entendió -y entiende-.

Por eso, no es lo mismo ver una obra de arte que mirarla, escucharla, meterse en su mundo y comprenderla. Pero no es el único campo del saber en el que sucede esto, también nos sucede con los libros o con la arquitectura.

A muchos ciudadanos no les atrae leer libros, porque no están educados en la lectura y su disfrute -si el libro es de calidad-, mientras otros son auténticos devoradores de historias escritas. Esto, que parece una obviedad, es la síntesis de la comprensión humana. Es muy sencillo plantarse delante de un televisor y absorber lo que nos dan ya masticado, normalmente de baja calidad, lo cual genera ciudadanos de bajo nivel cultural, nada críticos, sí manipulables. Continuará.