Augurios

Estevo Silva Piñeiro SOSPECHOSO HABITUAL

CARBALLO

25 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Pronosticaba este jueves a mis amigos del ya vetusto Facebook que iba a ser una jornada dura, pero no esperaba yo ser tan certero en mis augurios. Fue un día de noticias desagradables. Por un lado, una situación a la que intenté dar sutura por todos los medios a mi alcance terminó por abrirse y manar a borbotones. Supongo que hay momentos en la vida en los que hay que resignarse a arrojar la toalla.

Poco después recibí la noticia de que un asunto que me ilusiona desde hace años no llegaría a concretarse una vez más. Aunque he de reconocer que en mi fuero interno lo intuía, me desilusionó comprobar que solo tengo buen ojo para las malas noticias.

Pero estos tragos desagradables se convirtieron en briznas minúsculas e insignificantes llegada la noche. Aquella pequeña punzada que llevaba semanas saludando de vez en cuando mientras conducía en mis viajes o me agachaba para manipular mercancía, decidió tirar la puerta de una patada para esposarme de pies y manos a un dolor considerable, incluso para una mujer, lo juro.

Y es ahí, amigas y amigos míos, cuando todo pasa a importar poco o nada. Es en esos momentos de padecimiento cuando estarías dispuesto a votar a Pablo Casado con tal de que cesen esos latigazos que estremecen el cuerpo de parte a parte. En un momento, a eso de las tres de la mañana, me arrojé como pude de la cama buscando algún tipo de auxilio. Igual en el salón me esperaba Satanás para firmar un pacto que mitigase mi dolor. Ojalá, pero no. Por suerte tenemos médicos y medicinas. Recorten en tanques, pistolas o porras, pero jamás en sanidad, pazguatos.