Francisco Pardo: de joven, para Cuba

Luis Lamela

CARBALLO

CRÓNICAS DE LA EMIGRACIÓN | Una nueva entrega de los textos de Luis Lamela. Este, de un corcubionés

26 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Francisco Pardo Valdomar nació en Corcubión alrededor del año 1904. Su padre fue Manuel Pardo Castro, el propietario del hotel La Coruñesa de la villa de San Marcos, fallecido en 1925. Fueron varios los hermanos, entre ellos Manolita Pardo Valdomar, la madre de una de las primeras mujeres que ingresaron en el Opus Dei, Encarnita Ortega Pardo, y cuyo proceso de canonización se inició en Valladolid en el año 2009. Francisco Pardo tenía también una sobrina, Pilarita, casada con el abogado del Colegio Notarial de A Coruña, Servando Núñez Macías, y ahijada de Pilar Hermida Orbea, la presidenta de la Fundación Riestra y del Asilo de Ancianos desamparados Emilio Alonso. Y también era hermano de la esposa del tristemente célebre teniente de la Guardia Civil, Rodrigo Santos Otero, que tanto sufrimiento provocó en la zona con motivo de la sublevación militar en julio de 1936.

Francisco Pardo Valdomar emigró muy joven para Cuba a principios de la tercera década del siglo XX y en La Habana ejerció la profesión de Procurador de los Tribunales. Y esto nos lleva a deducir que el corcubionés no llegó a sufrir ni el fracaso, ni la miseria, ni la humillación que sufrieron muchos otros compatriotas nuestros que también se fueron para Cuba con la ilusión de mejorar su vida «con sus músculos y su fe»..., y fracasaron y sufrieron «tragedias ocultas», en palabras del escritor hispano-cubano Alberto Insua, reflejadas en el semanario fundado por Pepe Miñones en A Coruña, Región Gallega, del 28 de abril de 1924. En resumidas cuentas, que Francisco Pardo no vivió la cara más dolorosa de nuestra emigración, la de los que recibieron golpe tras golpe, la de los que convirtieron su vida, a su pesar, en un infierno, y la de los que ni siquiera tuvieron la oportunidad, o la voluntad, de repatriarse; la de los que siguen flotando en la oscuridad de nuestra desmemoria y permanecen en el limbo de los olvidados, de los fracasados..., que, por desgracia, fueron muchos de nuestros antiguos convecinos.