La muerte de la memoria

J. V. Lado CIUDADANA

CARBALLO

09 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El fallecimiento esta semana de Marcial do Fieiro (Marcial Martínez Santiago) tuvo un amplio eco social y mediático como corresponde a la importancia de su legado, pero, sobre todo, porque en estos últimos años, cuando el octogenario ya no pastoreaba animales por el mítico Olimpo Celta, hubo quien se dio cuenta de que para acercarse a la realidad del monte de O Pindo era más rentable escucharlo a él que ahogarse en tratados de geología o quedarse en la superficialidad de los relatos pensados para los turistas.

Ahora, ya sin Marcial entre nosotros, cabe preguntarse cuántos marciales quedan y cuántos montes sin la pátina de epopeya que tiene el de O Pindo, que guardan igualmente el valor incalculable de la memoria. Se trata de un tesoro bastante más grande que todo el oro que podría dar de sí Corcoesto y del que el mapa para encontrarlo se va desvaneciendo igual que lo hacen los recibos de la compra impresos en papel térmico.

Son fuentes, lindes, piedras, senderos, llanuras, árboles, antiguos molinos, abrevaderos, cuevas, lomas, lugares de culto, escenarios de tragedias... que encierran el relato de lo que somos y que pueden aún contarlo con mucha más viveza de lo que lo harán dentro de unos decenios, quizás siglos, las palas de los arqueólogos, si es que hay gobiernos dispuestos a gastar en «desenterrar unos huesos», como dijo este miércoles una senadora para cubrirse con la gloria de la desmemoria.

La pérdida es inevitable porque si algo nos demuestra la historia es que las civilizaciones pasan y el territorio queda, pero probablemente nunca a través de las milenios hayamos tenido tanta capacidad para rescatar conocimiento como existe hoy en día. Por eso son san importantes los cambios de enfoque en lo educativo, lo social, lo vecinal, que practican algunas entidades y también un buen puñado de ciudadanos particulares del entorno, que saben darle más valor al relato de un anciano que a la cartografía de la última aplicación para el teléfono móvil.

Las posibilidades están ahí y ahora queda en mano de todos aprovecharlas para que la memoria de Marcial y de los que tienen algo que contarnos, que son todos, perdure en el sentido de sacar las mejores enseñanzas del pasado para construir el futuro.