Es difícil, siendo gallego, caparle la letra de al participio si hablamos en castellano. Rajoy hace eso con profusión: «Se ha demostrao que nuestro Estao...» Lo dijo el presidente la noche del pasado, que no pasao, lunes. No se le puede, o sí, tener en cuenta a este compostelano que no dice una palabra en gallego ni amenazao, digo amenazado. Mariano Rajoy es incapaz de decir Sanxenxo o Soutomaior, prefiriendo el castellanizado Sanjenjo y Sotomayor, lugar este último donde el PP gallego se reúne en verano, salvo excepciones, para reanimar a sus votantes. Rajoy no entiende las identidades que pueblan España y por eso ha dejao, digo dejado, que el problema catalán se pudriese según su inveterada costumbre. Dice que así llegó hasta donde hoy está. El gran Peridis lo dibuja siempre fumando un puro y leyendo el Marca recostao, claro, en una chesslong y esperando a que el tiempo ponga cada cosa en su sitio.
Cuando Rajoy empuñó el timón de la carabela España, el independentismo catalán era muy minoritario, no así el sentimiento catalanista que este pueblo siempre llevó como estandarte. Aquellas campañas con las que el PP se paseó por España propagando el inmenso error de «no compren productos catalanes», pasan factura hoy. Recuerdo una advertencia que dejó escrita Tertuliano al poder de Roma en la época de las persecuciones contra los cristianos: «La sangre de los mártires, es semilla de cristianos». Rajoy y su partido, en su soberbia, no comprendieron el alcance de estas palabras y cómo, lo que en Galiza llamamos aldraxe, se volvería contra su frivolidad y acoso. He ahí los resultaos, digo resultados.