La pobreza energética

Gabriel Pérez Suárez. BUZÓN DEL LECTOR

CARBALLO

03 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Uno por los muchos años que lleva a cuestas recuerda ahora, en el ocaso de su vida, los engaños que unos y otros gobiernos, a quienes el pueblo dio su confianza, cometen cuando toca poder. Cualquiera que tenga años y memoria, recordará la intensa propaganda que se hacía por parte de las empresas, con el fin de expropiar las tierras donde se iba a construir un embalse. Se anunciaba a bombo y platillo, que la obra encerraba un fin social y para los gallegos suponía grandes beneficios. 

Ourense fue la provincia gallega donde más incidieron las expropiaciones para construir represas. Las mejores vegas fueron inundadas pese a las manifestaciones en contra de los pueblos, pues, aunque se pagaba la ocupación de los terrenos, los dueños no querían deshacerse de ellos. Las empresas, y ahí tenemos el engaño, se aprovechaban de su connivencia con el gobierno de turno, y este dado el carácter social predicado, conseguían su fin.

En estos momentos aquellas empresas eléctricas que se habían beneficiado de las concesiones, entre ellas Fenosa, vendieron el negocio a firmas italianas, alemanas y catalanas dejándonos a los consumidores al albur de estos tiburones que nos facturan el kilo vatio al precio que les da la gana pues nadie pone freno a su ambición. El fin social de las ocupaciones se transmutó en un sustancioso negocio para unas sociedades a las que poco les importa que más de seis millones de españoles, entre ellos muchos gallegos, estén condenados a sufrir una pobreza energética que jamás habían pensado.

Un Gobierno que procura el bienestar de sus ciudadanos tiene la obligación de velar por ello. Debe apostar para que las familias no sufran las calamidades como las que están sufriendo millones de españoles. En una palabra, aunque el Gobierno esté obligado a atender las demandas de los grandes grupos económicos, no debe dejar a la intemperie a millones de personas. Debería ser lógico interesarse un poco más por la ciudadanía y algo menos por las sillas giratorias.

Gabriel Pérez Suárez. Carballo