En una época tan prolífica en nombres rimbombantes que, muchas veces, ni siquiera sirven para ocultar el vacío que se esconde detrás, pocos lugares hacen tanto honor a su denominación como la Casa dos Veciños de la asociación Monte Branco. Tal día como el de ayer, pero 20 años atrás, era inaugurada de forma oficial una instalación que durante las dos últimas décadas no ha dejado de crecer, en tamaño, pero sobre todo en relevancia, hasta convertirse en sinónimo de cultura, tradición y participación, además de en un ejemplo a seguir para otras entidades, pero sin perder esa seña de identidad de punto de encuentro.
Su gestación fue obra de aquellos que le prestan su apellido, los vecinos de la pequeña aldea de la parroquia pontecesana de Cospindo, la misma que alumbró unos años después y al calor de la primera asociación la Fundación Eduardo Pondal.
Una pequeña subvención de la Diputación, la colaboración de unas cuantas empresas de la zona y, sobre todo, la dedicación y el trabajo desinteresado de los habitantes de O Couto hicieron posible el sueño de los fundadores de la asociación Monte Branco. Nacida a comienzos de la década de los años 80, solo unos años después, en 1987, la entidad logró reunir el dinero necesario para adquirir el local en el que poco después comenzó a levantarse la casa inaugurada, finalmente, el 9 de enero de 1993. «A noite anterior algúns durmiron pouco, A madeira das paredes do salón de actos colocouse aquela noite mentres outros voluntarios e voluntarias limpaban para que todo quedase empatenado», contaba ayer Xosé María Varela, presidente de la asociación Monte Branco, recordando el arreón final que tuvieron que realizar para que todo estuviese listo para la visita, solo unas horas después, del presidente de la Diputación, Salvador Fernández Moreda.
Aun así, y haciendo honor a su nombre, fueron los vecinos más veteranos del lugar, José Cambón y Josefa Cousillas, los encargados de descubrir la placa que hoy en día sigue marcando aquella señalada fecha. Luego vendrían muchas más. Tantas como ilustres personajes de la cultura gallega se fueron rindiendo a la hospitalidad y al buen hacer de unas personas capaces por igual de organizar actividades de gran calado intelectual como de reivindicar el valor de las celebraciones más populares.
El Simposio Pondaliano y las Festiletras son solo la punta del iceberg de la intensa actividad desarrollada durante las dos últimas décadas en un inmueble que fue ampliado en el 2005 -de nuevo José y Josefa, ya fallecidos en la actualidad, descubrieron la placa correspondiente- y que hoy en día comparte actividades con la flamante rectoral de Cospindo, sede de la Fundación Pondal.
Ayer, como si la ocasión no lo mereciese, la Casa dos Veciños abrió sus puertas una vez más para acoger una reunión sobre unos cursos, pero a buen seguro que muchos habitantes de O Couto sonrieron al recordar los años de trabajo culminados aquella noche de hace 20 años y todo lo que vino después.