«Cada uno debe intentar cambiar las cosas en su pequeña parcela»

CARBALLO

La letrada es hija del cronista oficial de Fisterra y ha desarrollado buena parte de su carrera en el extranjero, en países donde se han producido conflictos armados

06 sep 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Sentada en la mesa camilla de la casa de sus padres, con el puerto de Fisterra entrando por la ventana, nadie diría que Liliana Trillo ha sido testigo de las mayores atrocidades que un ser humano puede cometer. Sus tranquilos ojos claros, su voz suave y su incipiente embarazo despistan al principio. Da la sensación de ser extremadamente frágil, pero a los pocos minutos de conversación queda claro que su carácter no es fácil de doblegar y que tiene capacidad para digerir lo que muy poca gente no sería capaz de tragar porque tiene muy claros cuáles son sus objetivos. Sigue viviendo en Kosovo, pero ahora presta asistencia jurídica a los magistrados en casos penales.

-¿Con qué organización está ahora?

-Con Eulex, una misión de la Unión Europea en la estamos siete españoles, al margen de nuestro Gobierno. Tratamos cuestiones como crímenes de guerra, casos que lleven implícitas cuestiones políticas, terrorismo o crimen organizado.

-Es abogada como su padre. ¿Dónde estudió y cómo llegó a Kosovo?

-Terminé mis estudios de Derecho con un programa Erasmus, en Passau, en Baviera y después decidí viajar para mejorar el conocimiento de los idiomas. Estuve en Francia e Inglaterra y me especialicé en Derecho Comunitario en la Universidad Católica de Dublín. De vuelta ,la Fundación Galicia-Europa me envió a la Comisión Europea, en Bruselas y me enfoqué hacia el Derecho Mercantil. Estuve tres años en un despacho en Alemania, pero tenía vocación humanitaria y fui a hacer un máster sobre Derechos Humanos y Democratización en Pretoria. Yo era la única europea y quería conocer la situación de África desde el punto de vista de los africanos. Al terminar colaboré con la ONG Save the Children y trabajé en el norte de Uganda informando sobre la situación al Consejo de Seguridad. Me quedé embarazada y volví a España. Después de la baja me fui a Kosovo con otra ONG, en marzo de 2007.

-Ha estado usted en lo peor de lo peor.

-No lo busqué, pero aprendí mucho. En estos lugares la situación es muy mala, pero es una experiencia de vida. Vas a observar y ves que puedes conectar con personas de culturas diferentes y olvidar tu historia europea. Hay que ir a aprender, actuar como un experto es un error.

-Pero ver todo eso tiene que cambiarte, que afectarte de alguna manera.

-Relativizas mucho, le das menos importancia a las banalidades, pero lucho por no ser una inadaptada. Cuando vengo aquí no me gusta hablar de mi trabajo. Con mi familia hablo de cosas que tenemos en común, nada más. En los juicios ves cosas muy duras y te sobrepones mirando las cosas de forma muy técnica. Me sorprendí a mi misma. Recuerdo uno de los juicios más horribles, sobre tráfico de personas. En las declaraciones de las víctimas vi que el intérprete se emocionaba y yo seguía tomando notas. Pensé si sería insensible, pero me di cuenta de que era una forma de autoprotegerme.

-Parece usted una persona muy optimista. ¿No se siente impotente ante tanta tragedia?

-Soy optimista, cuando empiezas a tener una actitud negativa es mejor que te vayas. Lo que no puedes es querer abarcar todo, cada uno debe intentar cambiar cosas en su pequeña parcela. Los retos deben ser realizables. Hay cosas que no me han gustado de algunas ONG. Gastan mucho dinero en tonterías. Yo he estado en la empresa privada, soy una persona muy técnica y creo que el tiempo es dinero. Es importante que los cooperantes valoren la eficacia. Tienen que tener objetivos.