Más medallas que Michael Phelps

CARBALLO

Bea y Ana consiguieron contagiar su afición a la natación a su madre y a su abuela. También a su padre y los cinco han logrado cientos de premios

07 sep 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Ana Queijo Pereira dejó la natación el año pasado. Era buena. Muy buena. Competía con el Club Fogar Natación Carballo y con la agrupación llegó incluso a los campeonatos de España. Abandonó la piscina por los estudios y de momento no se arrepiente, a pesar de que su carrera en el agua prometía. De hecho, algunas de las chicas con las que compartió vasos en las competiciones nacionales participaron en las pasadas Olimpiadas de Pekín. Esas en las que precisamente un nadador, Michael Phelps, se convirtió en protagonista absoluto.

«Es un deporte que requiere mucho tiempo. Yo estaba entrenando tres horas diarias, todos los días salvo los domingos», dice, al tiempo que recuerda que la natación le impidió asistir a muchas fiestas e incluso a las excursiones de fin de curso. Sacrificio del que no se arrepiente aunque ha decidido cambiar por el que viene ligado a los libros. Este año acabará el bachillerato y quiere sacar buenas notas para poder elegir la carrera que más le guste y que aún no ha decidido.

Ana empezó a nadar siendo muy pequeña -todavía es muy joven- porque su hermana Bea también lo hacía. La mayor de las Queijo Pereira también abandonó la natación para centrarse en su futuro como arquitecta. «Creo que ya no sé nadar -explica riéndose-. Lo dejé porque suponía muchas horas de entrenamiento. No me arrepiento, pero no puedo olvidar que la natación me dio mucho, muchísimo, amigos y novio, incluso».

Antes de abandonar la piscina le dio tiempo a meterle el gusanillo a su madre y su abuela. De eso hace ya casi once años y ahora son las dos veteranas las que acumulan medallas y trofeos.

A principios de este año, por ejemplo, Clarisa Alonso, que forma parte de la categoría máster, se llevó el bronce en el Campeonato de España de Natación Sénior. Un metal que sumó al más de medio centenar que enseña con orgullo. Al contrario que su hija Isabel, también medallista en un sinfín de ocasiones, pero mucho más vergonzosa a la hora de reconocer sus méritos y se niega a posar en la foto con sus premios.

«Sempre me gustou moito nadar e dábame moita rabia non saber facelo ben, así que de tanto levar ás nenas aos entrenamientos, animeime. Agora só me dá pena non aprender a patinar», explica Isabel, que junto a su madre entrena tres días a la semana. «Imos ás sete menos cuarto da mañá e despois é moi cansado, porque no traballo estamos ata once horas de pé», dice mientras baraja la posibilidad de aflojar el ritmo en la piscina.

Clarisa tiene menos dudas. Le gusta nadar y le gustan los efectos de la natación. A los 63 años está bárbara. Aparenta muchos menos y se encuentra en forma.

El último en unirse al grupo de nadadores ha sido su yerno. Suso empezó el año pasado, también en la categoría máster y también en el Club Fogar, de la mano de Antonio Recarey, el entrenador que ahora pone a punto a los tres veteranos de la familia y que ya ha logrado que el novato del equipo se cuelgue alguna medalla.

Solo falta el abuelo, Manuel. El marido de Clarisa, dice ella, no sabe nadar, pero se encargó de construirles una piscina para que no pierdan el ritmo durante el verano. «Ao mellor é o próximo en animarse», asegura la veterana campeona.