El fotógrafo decidió asistir a la primera reunión, pues vio en ella una buena oportunidad para iniciar su trayectoria profesional. Después de asegurar que fue una decisión muy acertada, afirmó que «cuando empecé me ofrecieron un lugar, una mesa, un ordenador e infraestructuras, que ya era mucho por aquel entonces».
El pobrense destacó el buen ambiente que se generó entre todos los miembros de este espacio al poder trabajar en un lugar abierto «donde profesionales de diferentes sectores compartimos experiencias y opiniones». Hoy tiene su propio estudio de fotografía y puede presumir de que el negocio le va viento en popa. La gente que lo conoció a través del coworking de A Pobra sigue siendo fiel a él y a su trabajo, y su cartera de clientes continúa creciendo.