«Por mis pistolas»

RIBEIRA

14 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Claro que Cantinflas lo bordaba. Y era capaz de convertir en arte cualquier cosa que hiciera. Pero hay mucho imitador de Cantinflas suelto que, actuando por encima de su capacidad, lo que hace, además de carecer de gracia, suele ser chapucero. Cuando un político pretenda emular a Cantinflas, debería pensárselo mucho y no olvidar que el arte no debe confundirse con el bodrio, si no quiere rozar el ridículo. Y aquí comienza el espectáculo.

¡Señoras y señores pasen y vean la remodelación estética que acaban de hacer en la explanada del puerto en Palmeira! ¡Observen el intrincado laberinto y juzguen ustedes! Si son capaces de entender el diseño de bolardos y masas pétreas, es que son incapaces de reírse con Cantinflas y eso, deberían de hacérselo mirar; porque es posible que hayan perdido el sentido del gusto, de la estética y del arte mismo.

Cantinflas, en su magistral interpretación de Por mis pistolas, en aquella memorable secuencia del paso entre México y USA, montado en su caballo y arrastrando su burro, consigue que el funcionario de fronteras le permita la entrada como turista. Eso sí; haciendo constar que el equino y el jumento eran «familiares acompañantes».

Por ello, estaría bien que al igual que hizo el probo funcionario de fronteras, Portos y el Concello nos aclarasen cual es la responsabilidad que cada uno tuvo en el dislate remodelador de la explanada del puerto en Palmeira. Esto es: aclarar quién es el jumento y quien el jamelgo de la anárquica conjunción de bloques pétreos y bolardos que de pronto aparecieron.

¿Saben?, es lamentable que las cosas se sigan haciendo así, a la brava, Por mis pistolas, sin información pública previa, actuando a espaldas de la opinión de este ¿inculto? y fronterizo pueblo de Palmeira que, desde el pasado lunes, se está preguntando: ¿Es esto lo que nos vendieron como el gran diseño de Chipperfield para la mejora del acceso portuario? Los vecinos queremos creer que no. Y nos inclinamos a pensar que los responsables le debieron encargar el bodrio a Pepe Gotera y Otilio (con perdón del gran Ibáñez).

Naturalmente, de ser cierto que la obra se debe a esos genios de chapuzas a domicilio, nos quedamos más contentos con el consuelo de pensar que el inescrutable laberinto portuario es una broma. Y de paso, nos hará recordar a Cantinflas que en este caso diría: ¡Ay Palmeira, no más no me la destrosen!.