Febrero es el mes más corto

RIANXO

matalobos

03 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Huele la tarde a mimosas en flor. Te encuentras encima del muro que bordea la capilla de San Martiño. Nadie anda trabajando en las fincas, ni en las viñas. Contemplas los verdes prados solitarios y te dices que los amas porque están abandonados. Allá al fondo, tras los álamos desnudos del pazo de Agüeiros, el espejo grisáceo del mar, plomizo como la tela que filtra la luz que cae del cielo. De frente, Rianxo se muestra en toda su extensión. Recuerdas que, a unos 500 metros de donde estás, se alza la aldea de Trebonzos, donde tenía una residencia de veraneo Raimundo García Domínguez (Pontecesures, 1916-Santiago de Compostela, 2003), más conocido como Borobó. Y que alguien te había contado que el periodista y escritor había comprado allí una casita para que se cumpliera una premonición de su amigo y escritor Rafael Dieste (Rianxo, 1899-Santiago de Compostela, 1981). Este, al parecer, cuando un día ambos se hallaban en el puerto rianxeiro, le dijo, señalando con la mano hacia esta aldea colgada en la falda del monte, que estaba destinado a vivir en Trebonzos. Y así fue. Borobó pasó los veranos en aquella casa que miraba para Ferreiros y para el mar hasta los últimos días de su vida.

De repente, un intenso murmullo te arranca de tus recuerdos. En el cable más elevado del tendido eléctrico se había instalado una numerosa bandada de estorninos. Hablaban en un idioma incomprensible para ti. Entonces pensaste: están agitados, eléctricos, porque hoy, 2 de febrero, es el día de la virgen de la Candelaria, festividad en la que se casan los pájaros. Y un poco más tarde, te preguntas: ¿se casará también el pájaro verdugo? No lo conoces, ni falta que te hace, pero te han contado que canta para seducir a otros pajarillos y cuando los atrapa con sus uñas blancas, va y luego los crucifica en los espinos. Dicen que sueña con pétalos ensangrentados. Y te imaginas que un animal así no sabrá llorar, como saben los caballos.

Y entonces dos palomas cruzan el aire de la tarde hacia la fuente de As Certaíñas. Y te dices: febrero, además de ser el más corto es tal vez uno de los meses más fríos del año, tiene días luminosos alternados con otros oscuros, tristes y melancólicos. Así, un día como el de hoy, las bodas de la pajarería aparte, pero del 1882 nació en Dublín el primogénito de la muy poblada saga de los Joyce, James, el hijo preferido de su padre y el autor de una de las novelas más controvertidas de todos los tiempos: Ulises, que esconde entre sus numerosas páginas algunos de los momentos poéticos más alucinantes de la literatura universal de todos los tiempos. Sin embargo, Sylvia Plath (Boston, 1932-Londres, 1963) acabó con su vida cuando respiró gas hasta encharcar sus venas. La hermosa poeta estadounidense visitó las cámaras del acetileno una congelada madrugada del 11 de 1963 y ya nunca regresó.

Estaba cayendo el crepúsculo sobre un bosquecillo de laureles cuando irrumpió en tu cabeza la imagen de la vieja casa de tus padres, donde naciste el 6, y donde cuando eras niño distinguías el rostro de tu madre en la oscuridad de la habitación, una habitación que años más tarde llenabas con tus sueños. Por aquellos tiempos, por las noches las estrellas derramaban su luz sobre los marrones tejados de las humildes casas. Anochecía cuando entraste en el piso. Vas a la sala y te sientas al lado de tu amada. Le preguntas si cree en las coincidencias. «¿Por qué?». Por nada. Pero recuerda: en un mes de febrero, no solo mi madre me trajo al mundo, sino que nosotros nos casamos justo un día antes de que Sylvia Plath decidiera dejar de vivir entre nosotros, y no solo eso, sino que con tal motivo visitamos por vez primera Lisboa. Desde entonces, miña nena, tu rostro ilumina mis sueños, y tú nunca dejas de mirarme, como si fueses una ciega que desprende luz.