Tomate con los tomates

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

NOIA

Ana Garcia

09 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

U n bloguero que se ocupa de asuntos de cocina explicaba no hace mucho que se había montado un tomate con los tomates. El solicitante de ayuda quería decir que tenía un lío con un tipo de tomates, concretamente los cherry, pues no sabía cómo escribir esta palabra. De entrada, cherry es voz inglesa, por lo que en textos en español debe ir en cursiva. A estas alturas, habrá quien haya escrito alguna vez sobre estas bayas y se esté preguntando cómo se le fue el santo al cielo y las dejó en redonda. Cosas de la vida.

Cherry significa ‘cereza’, por lo que una de las soluciones al problema del bloguero puede ser la traducción y emplear en sus recetas la denominación tomates cereza, que circula bastante, aunque es de uso minoritario. Sin embargo, nuestro escritor gastronómico prefiere mantener la voz cherry, pues es más guay, y cuando la emplee todo el mundo sabrá de qué habla. Decíamos que, de usar cherry, debería emplear la letra cursiva, pequeña incomodidad a la que se añade un problema: como voz inglesa que es, el plural es cherries, no cherrys, por mucho que se empeñen algunos en escribirlo así. Y eso de hablar de los cherries ya no mola tanto. Quizá la opción más práctica sea adaptar cherry al español, para lo cual basta con cambiar la y por una i: cherri, plural cherris. Es lo que se ha hecho con otras importaciones con terminación -y. Así, curry es en español curri; panty es panti, y derby, derbi. Lo cual permite hacer los plurales curris, pantis y derbis. Algunos fruteros y escritores gastronómicos han llegado a esta conclusión, y aunque de momento son pocos, no les va mal con los cherris.

Y dado que hoy es sábado, quizá el lector quiera aprovechar y darse un pequeño homenaje con intervención de los cherris. Le ofrecemos una receta que hemos encontrado, aunque aún no la hemos puesto en práctica. Se emplean, además de cuarto kilo de estos pequeños tomates, 700 gramos de berberechos, preferiblemente de Noia. Se fríen una cebolleta, dos dientes de ajo picados, una rama pequeña de apio y una guindilla que antes hemos cortado en aros y remojado. Cuando la cosa empiece a tomar color se añaden cuatro cucharadas de vino blanco -un albariño irá de lujo-, la sal y los berberechos, que hasta entonces hemos tenido bebiendo para quitarles la arena. Cuando estos se abren, se añaden los tomates cortados a la mitad y cilantro picado. Se remueve brevemente, y a la mesa. Ya nos contarán.