Un virus más para la historia

Plácido Amboage Fernández. BUZÓN DEL LECTOR

BOIRO

01 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

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P ongámonos en situación, alrededor de los años 1925-26, años de jolgorio y Dictablanca de Primo de Rivera en España. Facultad de Medicina de Santiago de Compostela, todavía en el viejo edificio del arzobispo Fonseca, donde las ratas tenían bula episcopal de pasearse; imparte la clase el eminente catedrático de Patología Roberto Novoa Santos sobre microbiología. El alumno espabilado de turno, pregunta: «¿Y qué pasa con esa pandemia de la tuberculosis que está atacando al pulmón y lo destruye como un queso de Gruyer? Además, dice su tocayo el sabio alemán R. Koch, que el tal elemento microbiano es un ser vivo más del componente de nuestra naturaleza humana, no es externo cualquiera, simplemente es el mismo bicho que muta, y que ha logrado descubrir una vacuna».

«No hay por qué dudarlo, somos animales superiores, y todos con un mismo ADN, aunque lo del alma eso ya sea otro cantar. Si bien, esto de la enfermedad pulmonar yo lo arreglaría con facilidad y sin vacuna; recomiendo a ustedes, mis futuros galenos: buenos paseos al sol y al aire puro, si puede ser de la sierra (mucho oxígeno fresco es fundamental) y luego, una buena alimentación».

«Entonces, profesor, ¿qué le parece esta idea?; la de mandar a todos los enfermos a la Sierra del Guadarrama en Madrid (hay sol y altura, hay jara y romero en abundancia)».

«Muy buena idea, apreciado discípulo, muy buena... y para redondearla, ello estaría mejor preferiblemente, si fuera a gastos pagados por el Gobierno de la Nación. ¡Qué caramba! Invertir en salud se llama a eso. Habría que buscar más sierras y montañas para tales esparcimientos».

Y luego de unas risas, la clase continuó su rumbo, ya por los cerros de Úbeda. Sin embargo, es una verdad como un templo que sol y aire son salud para el cuerpo. Plácido Amboage Fernández. Boiro