El gran apagón

Carmen Alborés CON CALMA

BARBANZA

Velas en la plaza de Sant Jaume de Barcelona
Velas en la plaza de Sant Jaume de Barcelona LLUIS GENE | Afp

La señora María no se atrevía a decir que un día sin electricidad había sido estupendo

07 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El poeta griego Hesíodo, en su obra Trabajos y días, decía: «Si en tu casa ocurre un conflicto, acudirá el vecino sin mudarse de ropa, y los parientes se atavían primero». Con motivo del apagón, muchos quedaron sin poder cocinar. Fue el caso de la señora María, pero ella tenía una buena vecina que sin mudarse de ropa, acudió en su auxilio, le trajo comida caliente y le ofreció su cocina de gas. Ella rememoró cuando era pequeña ver en algunas casas una luz de carburo. Recordaba acudir de noche a algún sitio provista de un farol para iluminar el camino, y cocinar con fuego de leña, incluso prestar a alguna vecina unas brasas con las que encender fuego, lo que le recordaba el mito de Prometeo que robó el fuego de los dioses para llevárselo a los hombres. Ahora su cocina de inducción no funcionaba, ni el ascensor, ni las persianas, ni la puerta del garaje...

Por la noche, el silencio de su casa, sin televisión, la animó a salir a la calle, y con una linterna en la mano, en su marcha por la ciudad creyó oír el canto de los grillos y las cigarras, el sonido de algún ave nocturna, el murmullo del río y alguna conversación animada. La noche extendía su magia sobre la gente, en el cielo se veían algunas estrellas, ella sentía que esa paz y ese silencio le estaban sentando muy bien. Al llegar de vuelta a su casa, a la luz de las velas trató de cenar algo. Su alma se sentía como cuando era niña y cuando se acostó pensó cuántos años había pasado viendo la televisión y no quiso ni pensar cuántos anuncios comerciales había tragado.

A la mañana siguiente todo el mundo estaba contento. Había vuelto la luz, todo volvía a funcionar como antes. Ella guardó su linterna y pensó en la noche anterior y recordó el poema La noche oscura del alma, de San Juan de la Cruz, y le vinieron a la mente estrofas como: «¡Oh dichosa ventura! Salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada. ¡Oh noche amable más que la alborada!».

Todo volvía a ser como siempre, pero la señora María no se atrevía a decir que un día sin electricidad había sido estupendo. Pensó que ojalá algún día faltase el agua y tuviese que ir a buscarla a una fuente, como en su infancia. Se imaginaba llevando aquella bonita sella, la que su hija tenía ahora decorando el salón.