Irene Montero

Alicia Fernández LA CRIBA

BARBANZA

Irene Montero (derecha) traspasa la cartera de Igualdad a la socialista Ana Redondo (izquierda)
Irene Montero (derecha) traspasa la cartera de Igualdad a la socialista Ana Redondo (izquierda) Eduardo Parra | EUROPAPRESS

24 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Es posible que quien esto escribe guste de enfundarse el traje de abogada del diablo, o disfrute buscando argumentos para causas perdidas o que, simplemente, con mayor o menor fortuna, aplique objetividad a una realidad tan enrevesada. Soy consciente de que a la ya exministra Irene Montero le han faltado quites a mano izquierda. También puedo admitir que en la ley conocida como del «sí solo es sí» podría haber jugado de forma más reflexiva, quizás con mayor visión jurídica y, sobre todo, con criterio de más efectividad y menos clave política. O que en algunos temas haya puesto —adrede, no me cabe la menor duda— el listón un pueblo más adelante.

Pero esos son los flecos de una actitud combativa, reivindicativa y de denuncia que hacían mucha falta en la España actual. Pues por mucho que en la superficie aparentemos otra cosa, a poco que se rasque hay un machismo implícito en la mayoría de los hombres y, por desgracia, en muchas mujeres. No dudo de que el futuro será mucho más benévolo con ella que el presente. Es lo que tiene ser punta de lanza. Montero, que eligió ser valiente, osada e irreverente, marcha sin bajar la cabeza, repartiendo estopa a diestro y siniestro. Es verdad que tuvo sus pinceladas de chulería y prepotencia, pero es que todo lo primero no sería posible sin lo segundo. Menos en un medio hostil por naturaleza.

En un país donde la política se mueve entre el postureo y la demagogia, me parece un soplo de aire fresco y, a pesar de las diferencias, concluyo que si no hubiese una ministra con este nombre y ovarios, habría que inventarla por el bien del feminismo y la sociedad en general.