De pingüinos disecados a muñecas diabólicas, estos son los objetos más curiosos de las tiendas de segunda mano de Barbanza

Celia Riande García
C.Riande RIBEIRA

BARBANZA

Los empleados de las tiendas de segunda mano en Barbanza colocan todo tipo de productos en sus mostradores
Los empleados de las tiendas de segunda mano en Barbanza colocan todo tipo de productos en sus mostradores CARMELA QUEIJEIRO

Los negocios de compraventa son un sector en auge en la comarca por la variedad y el bajo precio de sus productos

06 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando un objeto es heredado, le damos un valor más allá del monetario. Los muebles, las joyas, los cuadros o incluso la ropa adquieren una mayor importancia por las personas que los poseyeron antaño. Y es que desde hace un tiempo, las cosas usadas están de moda. Puede que sea por un deseo de comprar de una forma sostenible, o por ese amor a la nostalgia tan característico de las últimas décadas, las tiendas de productos vintage arrasan en ventas.

Frente a los anticuarios o a los establecimientos que se centran en la ropa usada, la tienda de segunda mano es quizás a la que se le concede menos glamour, pero que puede esconder auténticas joyas perdidas que llegan por diversos caminos a los estantes del local.

En Barbanza, aunque no se pueda decir que abunden este tipo de negocios, lo cierto es que existen una serie de valientes que lo dejaron todo para dedicar sus vidas a lo que la gente no quiere, que simultanea a lo que otra necesita. «Lo que a mí me parece horrible y no sé ponerle precio, es muchas veces lo que mejor se vende». Son las palabras de José Graciano, gerente de Índice, un negocio de tiendas de segunda mano que cuenta con sedes en Boiro y en Ribeira. «Hay cosas que nuevas cuestan 400 euros y nosotros ponemos a 80 y no se venden y no entiendes el porqué. En realidad no hay ninguna fórmula mágica», asegura Graciano.

Sobre los amantes de las antigüedades, otra trabajadora del negocio asegura que, aunque no abundan, sí hay personas de fuera interesadas: «Hay gente que viene buscando antigüedades y compran en nuestra página de Internet. Buscan monedas, navajas, mecheros, cómics o productos del estilo, cosas muy concretas». En este sentido, José Graciano recuerda un caso particular: «Tenemos a varias personas en la comarca que buscan relojes de mesa, y no les valen actuales o de lujo, quieren un período de tiempo y lo tienen muy en cuenta».

En cuanto a los casos más curiosos, lo cierto es que los recuerdos se pierden entre las cajas de pertenencias que acaban en los estantes. Estefan Sanz, de la tienda de segunda mano ribeirense Remataganga, recuerda alguno de los objetos más raros que llegaron a sus manos: «Me traen de todo, de animales disecados a un oso panda gigante, pero lo que más me interesa son los muebles». Desde Índice, en Boiro, comentan entre risas algunas de las experiencias que tuvieron con uno de los objetos que más reciben: las muñecas de porcelana. «Un día estaba sola en la tienda, y escuché un ruido muy fuerte. Cuando fui al almacén, me cayó en la cabeza una de las muñecas. Ahora evito estar allí en medida de lo posible».

Sobre el perfil de persona que vende sus productos, lo cierto es que hay una gran variedad de casos. La mayoría, aseguran los dueños, no son casos de necesidad, sino de gente que se muda, o familias en las que ha fallecido un miembro y necesitan deshacerse de algunos objetos. «Hay esa persona que tuvo una colección de Lladró y los hijos no quieren las figuritas porque les gusta más el minimalismo, o quien pinta la pared y ya no le van los cuadros. Hay esa idea de que la gente vende por necesidad y esos casos existen, pero no son la mayoría».

Si hablamos de qué tipo de persona frecuenta estos locales, el dueño de Remataganga admite que en la tienda entra muchísima gente: «Tenemos una gran cantidad de curiosos. Lo cierto es que no todo el mundo viene a comprar, pero sí a ojear lo que hay». José Graciano, por otra parte, asegura que todavía existen muchos prejuicios sobre su clientela: «Hay mucha gente a las que, tratándose de sitios pequeños, les preocupa el qué pensarán si entran en la tienda. Es una realidad, pero las cosas, afortunadamente, están cambiando».