¿Qué haría un capitán?

José Vicente Domínguez

BARBANZA

01 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Pocos cargos o ninguno, por antigüedad y tradición, tienen más solera que un capitán de barco. Sin duda tal solera y prestigio le vienen dados por haberse ganado las denominaciones que ha tenido a través de los tiempos: para los romanos era magister navis; los ingleses le denominan master under god y los franceses maitre aprés dieu du navire. Casi nada; el maestro después de Dios, decían todos ellos. Y la muestra de su carácter preeminente la vemos en el origen de la palabra capitán: Caput capitis, cabeza.

 A un buen capitán nunca le tiembla la mano para hacer justicia a bordo, ni consiente un alzamiento a modo de proclama de tiempos pasados. Por lo que, visto lo visto en las sesiones plenarias celebradas los pasados días 23 y 24 en el Templo de la Palabra (como eufemísticamente algunos definen al Congreso de Diputados), quienes hemos ostentado mando nos sentimos avergonzados de lo que allí sucedió. Por falta de autoridad y capacidad de mando de quien, en ese momento, ejercía la función de presidente del Parlamento, hemos contemplado como a unos cuantos energúmenos poco les faltó para amotinarse. Pues todos hemos podido ver y escuchar la avalancha de insultos proferidos impunemente contra la ministra Irene Montero y la performance posterior.

 Si pudiéramos extrapolar la época, el lugar y las circunstancias de lo acaecido en el Congreso, a un intento de injusto motín de una tripulación bajo el mando de un buen capitán de los de antes, acto seguido, veríamos como los/as energúmenos/as de Vox que profirieron y jalearon los insultos, serían pasados por la quilla. Así, a la antigua usanza; para borrarles, no lo que pudiera figurar en acta, sino la inmoral valentía de agredir a otro diputado (en este caso mujer), en el ufanamente señalado como santa sanctorum de la democracia, con un único fin: mostrar la pretendida superioridad de su pedigrí y su fascistoide defensa de la patria, para desacreditar y destruir las instituciones democráticas. No duden que, a la postre, ese es su objetivo; y lo lograrán si no existe autoridad y unión en la cámara que les obligue a comportarse con un mínimo de decencia democrática.

 ¿Un capitán de los de antes dice usted? ¡Pues hala que no eran brutos! Tal vez; pero a algunos diputados, matones e indecentes, bien les vendría que un capitán de verdad, de los de antes, estuviera allí en la cámara para ejercer la autoridad. Pues no cabe duda de que los fachas que subieron a la tribuna en las señaladas fechas, vociferando, desabrochándose sus chaquetas y señalando amenazadoramente sus pechos de lobo y sus cogotes porcinos, necesitarían que alguien les pasase por la quilla. Bueno, siendo benévolos, sería suficiente hacerles pasar por la parte más baja de esa llamada Cámara Baja; si, por las cloacas por donde defecan los ultras que componen la política actual. Lo de recurrir a un capitán es solo mera retórica para señalar que, en el Congreso de los Diputados, faltó autoridad. Pero, francamente, mucho me temo que ante semejante tripulación, ni un viejo capitán lo arreglaría.