Dinero para la buchaca

José Vicente Domínguez
josé vicente domínguez LATITUD 42°-34?, 8 N

BARBANZA

20 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hubo un presidente que dijo aquello de «las copas de vino que yo tengo que beber, deje que las beba tranquilamente». En otras palabras: que cada uno haga de su capa un sayo.

 Ahora hay un presidente de un partido, y antes presidente de una comunidad autónoma, que dice más o menos lo mismo pero sin hablar de vino: «El dinero está mejor en el bolsillo de los contribuyentes». O sea; deme el dinero que ya me las arreglaré yo. Estoy seguro que, con lo que gana este presidente, antes también presidente, no tendrá problema alguno para pagar de su bolsillo tratamientos privados y colegios también privados para sus hijos. Y, si además del dinero que percibe, puede meter algo de impuestos en la buchaca, mejor para él. Una persona así, difícilmente entenderá que muchos pueblos se desgañiten diciendo Médico Xa! Por poner un ejemplo que no sé si viene al caso, pero me lo pide el cuerpo en reconocimiento a las mujeres de Palmeira.

Ahí radica la diferencia entre que la recaudación por medio de los impuestos esté en manos del Estado o en los bolsillos de cada uno. Con el último sistema, los ricos aumentan sus buchacas (porque siempre hubo ricos con camellos que no entran por el ojo de la aguja, que decía aquel socialista palestino), pero, a quienes viven al día, con las migajas que les corresponderían por la pretendida devolución de impuestos que propone la inefable derecha, siempre preocupada por los más necesitados, estos tendrían que arreglarse por su cuenta y pagar médicos y medicinas y la enseñanza de sus hijos. Y no tendrían ayudas al combustible, ni becas, ley de dependencia, subsidio de paro, ingreso mínimo vital… o cualesquiera otros servicios y ayudas que nos facilitan los llamados pilares del bienestar que, precisamente, se nutren de los dineros que recauda un Estado decente, carente de chorizos que se lo metan en su buchaca.

Pero hete aquí que, en medio del incremento de la inflación (en julio llegó al 10,8 de media en España y ¡cosas veréis! al 11,5 en Galicia), que a quien más perjudica es a los más necesitados, se anunció una lógica subida de las pensiones del 8,5 % de acuerdo con el IPC (tal como se contempla en los Pactos de Toledo), que puso de los nervios a buena parte de la derechona de nuestro país. Pero ¡oh señor!, ¿por qué nadie se rasgó las vestiduras cuando ¡por unanimidad! la clase política decidió subirse el sueldo un 3,5 %? Posiblemente por vergüenza, decidieron subirse solo un poquito. Sin embargo, por favor, hagan conmigo un simple cálculo matemático:

Si a la paga media de un jubilado (unos 1.100 euros) le aplicamos la subida del 8,5 %, nos da un aumento de 93,5 euros mensuales. Pero, si al sueldo medio de un diputado raso (6.000 euros/mes) le aplicamos la subida del 3,5 % ¡eureka! ¡Se aumentan 210 eurazos! Más del doble que la de un digno pensionista a quien la subida de los precios casi no le deja respirar. Pues sí; en este acuerdo, utilizando el vergonzante sistema de subida porcentual, entró a saco toda la tropa sin distinción de credos. ¡Joder, que tropa!, diría el conde de Romanones.

Por eso, acordándome de la mujer del César, pienso que bien podían haber dejado la subida de sueldos de los políticos para mejor ocasión. Por esta vez, tanto Pedro como Alberto, Santiago, Yolanda y sus sumandos, Rufián y demás compatriotas catalanes, junto con el vasco Aitor y la deprimida Inés, todos ellos, siguiendo los consejos de José María, deberían tomarse unas copas de vino tranquilamente y dejar de llenar sus ya rebosantes buchacas en estos tiempos de penuria.