Tengo a un amigo atorado en una de esas encrucijadas. No le está yendo bien y eso lo lleva a obsesionarse con el sentido de la vida. «¿Cuál es el sentido de todo esto?», me preguntaba por WhatsApp, y yo solo sabía responder con emoticonos de la caquita, soy así de útil.
Creo que esta pregunta se la hace mucha gente en algún momento. Ahora que eliminan la filosofía del currículo, la respuesta será todavía más difusa. Yo no di filosofía en bachiller pero sí he leído mucha: en ella siempre me he encontrado más preguntas que respuestas —casi todo está en Platón, por cierto—.
Si tu premisa es «vamos a morir todos, así que nada tiene sentido». Sí, es verdad, pero aunque sepas que vas a morir, si ves a un anciano cayendo en la calle te acercas a ayudarlo. ¿Por qué? Si tú y él vais a morir… ¿qué sentido tiene ayudarlo? ¿El sentido de la vida? En ese momento, el sentido es ayudar a esa persona. ¿Dejas de leer un poema porque se acaba?
¿Por qué siempre elegimos un marco temporal tan amplio? ¿Por qué «cuál es el sentido de la vida», en vez de «¿cuál es el sentido de esta hora?». Si estás trabajando, el sentido de esa hora es el trabajo y si estás paseando, el sentido es el paseo. Si cambias el marco temporal de la pregunta, todo acaba teniendo sentido: el sentido es la suma de las partes. La suma de todas las horas que tuvieron sentido conforman el sentido de la vida.
No sé dotar el todo de sentido, pero sí sé dotar la mayoría de fracciones que componen ese todo. En este momento, me tomo una cerveza porque estoy escribiendo y ese es el sentido de esta birra.