Buscarás casa por amor, hacia ti mismo o hacia otra persona. Pelearás contra las goteras y los enchufes, pero tu mayor logro será montar una salita del Ikea. Escribirás con ilusión en un papelito dos nombres para colocar en un buzón al que ya solamente llegarán facturas. Regarás una planta con disciplina, pero morirá tras quedarse vegetal. Dormirás en el regazo de tu pareja viendo Forrest Gump mientras, abierto sobre la mesa, un paquete de Chaskis Barbacoa os salva la vida.
Colocarás una cajita debajo de la cama que contiene todas las cosas que has perdido, habrá un imán de Telepizza en la nevera. Creerás que la casa intenta decirte algo a través de gruñidos nocturnos desde el contador de agua: son las historias de las gentes que vivieron en ella antes, niños que corrieron por el pasillo, una madre guisando, personas que ya dijeron «hola» y «adiós» a sus vecinos… los habitantes pasan por ella, cambian, pero todo sigue igual, como cuando en El príncipe de Bel-Air cambiaron a la actriz que hacía de tía Vivian y pretendían no darse cuenta. Así es la vida.
«Mi casa es el rock and roll», cantaban Los Suaves, pero el rock and roll no sale en buscocasa.com. Lo que sí salen son los precios, que ennegrecerán la ilusión… pero, como en el recreo del cole, buscarás casa porque no quieres renunciar a quien quieres ser, aunque solo seas la cajita de debajo de la cama, tan llena de cosas perdidas, tan vacía. Busco un hogar, me rindo a veces. Y otras me veo aquí, en el último párrafo, trapicheando con la esperanza. ¿Y si el invierno es solo un comienzo disfrazado de final?