¿Nadie piensa en los niños?

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro Sevilla BARRIO DEL PIGNETO

BARBANZA

Jesús Hellín | EUROPA PRESS

07 sep 2020 . Actualizado a las 15:58 h.

En la carrera de la vida, la línea de salida no es la misma para todos. Pongo ejemplos prácticos, no salen del mismo punto el hijo de un empresario, el de un médico, el de un obrero, el de un político, el de un marinero o el de un profesor de universidad. Los sociólogos saben que, además de los ingresos o patrimonio de cada familia, en el futuro del niño también influyen la educación de sus padres, los contactos que estos tienen y el barrio en el que viven, entre otros.

La educación pública se creó para igualar esa carrera en la que algunos parten con desventaja. Se pretendía que el hijo de un obrero tuviera, en teoría, las mismas oportunidades que el de una persona acaudalada. Que fuera su intelecto, y no la cuna en la que nació, lo que le permitiera ser cirujano, informático, juez o lo que considerase.

Si finalmente no se regresa a las aulas, serán los jóvenes con menores recursos, y en muchos casos en situación de vulnerabilidad, los que sufrirán los mayores perjuicios. Como bien saben los docentes, no solo influye que tengan o no acceso a un portátil o a Internet. Lo fundamental es que alguien supervise su trabajo y les muestre cuál es el camino que deben seguir.

Los que empiezan la carrera dos o tres metros por delante podrán ir a academias particulares o matricularse en colegios privados que sí impartan clases presenciales. Para ellos es más fácil. Me pregunto si, en una pandemia que no tiene fecha final, los que boicotean la vuelta a las aulas están preocupados por los que menos tienen, o si prefieren repetir el manido refrán de que «cada palo aguante su vela».