Acojonado me tenía

José Vicente Domínguez
José Vicente Domínguez LATITUD 42°-34?, 8 N

BARBANZA

20 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Y no era para menos. ¿Verdad don Arturo? Verse acosado de tal manera, por una mujer joven con mascarilla que dice ser portuguesa aunque a usted le pareciera de algún país del Este... Es que es para acojonarse. Además, dice don Arturo Pérez-Reverte en su tuit del día 15, que la joven mujer le agarró de un brazo y le hizo preguntas horribles. La primera es para dejar a uno sin resuello: ¿Sabe algún amigo que necesite un asistente de hogar? -le preguntó- pero la segunda no es para menos: ¿Tiene algún amigo que quiera hacer el amor conmigo? ¡Dios! ¡Qué horror, don Arturo!

Y así, al afamado escritor le faltó tiempo para contarle a un coleguilla lo acojonado que estaba, con la siguiente conclusión: «Lo que viene de camino y el paisaje que nos espera va a ser de órdago» O sea; de pronto, van a surgir de entre las piedras mujeres jóvenes con mascarilla e incierto acento, que le agarran a uno del brazo y se ofrecen como empleadas de hogar o ¡Qué peligro!, incluso se pueden ofrecer para hacer el amor. ¡A mí la Guardia Civil!

¿En qué mundo vive el ínclito escritor? ¿Acaso en el ámbito en el que ahora se desenvuelve nunca se encontró con una mujer necesitada? Claro; al parecer, para él es diferente una prostituta, de esas que agarran directamente la entrepierna y el bolsillo en salones de lujo, a una pobre chica portuguesa o del Este (vaya usted a saber cuál es su baremo de valoración femenina según qué origen) que pide trabajo, ofrece sexo y te agarra por un brazo porque puede más su hambre que su cultura.

Hay que ser cursi y vivir de espaldas a la realidad, para contarle a un amigo lo que le acababa de pasar, con el dramático e intencionado comentario del devenir futuro. ¡Venga ya hombre que es usted mayorcito! Ni que el señor Pérez-Reverte añorase los tiempos de su capitán Alatriste, en que los hombres podían agarrar a las mujeres no de uno, sino de los dos brazos e incluso violarlas so pretexto de «hacer el amor» con ellas sin su consentimiento. ¿Es posible que el afamado escritor no vea peor el machismo y la violencia de género que el agarre de un brazo por una mujer? Solo falta que se haya apuntado a los que eufemísticamente llaman doméstica a la violencia que mata mujeres, sean estas españolas, portuguesas o del Este.

Hace tiempo que dejé de leer a Pérez-Reverte. A la frescura de sus comienzos se está anteponiendo la caspa de su machismo, incapaz de callarse o de tratar con natural caridad a una pobre mujer que tal vez necesitase 10 o 15 euros para comer y no sabía pedirlos sin ofrecerse. Y menos mal que el elitista don Arturo, acojonado como estaba, logró zafar su brazo de la sucia mano de la chica joven con mascarilla.