El timbre

Antón Parada NON CANIMUS SURDIS

BARBANZA

Óscar J.Barroso

07 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

A veces no tienen la sensación de que este verano tiene un extraño sabor a paréntesis, a calma que precede a la tempestad o sencillamente a una de esas películas de happy end obligatorio de los felices años 20? En mi cabeza el temor suena como un tictac in crescendo, que de acabar confirmándose la tragedia me gustaría que acabase en algo épico, no sé si Wagner, o quizás solo John Denver. No obstante, tengo la intuición de que en las mentes de muchas familias ese sonido desembocará en el del timbre que anuncia la vuelta a clase.

Hace unas semanas poníamos el foco en la situación de las asociaciones de padres y madres que gestionan el servicio de comedor escolar y sus miedos sobre cómo cumplir con un protocolo de adaptación al covid -versión 1.10, no es broma- que exige designar «responsables» con claridad. A falta de un mes para el inicio del curso escolar, cuando les preguntaba a estos progenitores ¿qué decisión tomarían sobre dicha gestión?, la gran parte de ellos me respondían a la gallega con otra inteligente cuestión: «¿La pregunta no debería ser si va a haber clases?». Cazador cazado.

La realidad es que la situación del sector educativo en Barbanza ya era complicada antes de la pandemia. Aulas saturadas porque los repetidores no cuentan para la ratio de alumnado máximo o siete escuelas infantiles y un colegio cerrados desde el 2010 creo que son un buen ejemplo.

Entretanto, las direcciones de los centros y las AMPA pasan el estío jugando al baile de la sillas, que más que para calcular la distancia de seguridad en aulas que ya se habían quedado pequeñas, parecen estar forzados a tomarle las medidas a una odisea.