Ave, César

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

31 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Frente al monumento a Alejandro Magno, Julio César lloró. En ese instante tenía la edad a la que el conquistador macedonio había muerto, pero él aún no había logrado la grandeza homérica de Alejandro, por eso lloraba. Lejos estaba aquel hombre de saber lo superlativo que sería para la posteridad al dar su nombre a un estilo de peinado y un par de cosas más, como tomar las Galias. Gayo Julio César alcanzó la gloria, pero lo hizo de un modo en el que pocos políticos y militares en la historia han hecho: con misericordia.

Tras derrotar a sus enemigos en la guerra civil no los ejecutaba, los perdonaba como emperador y como ser humano. La clementia Caesaris fue una virtud que se deificó en honor a César después de su asesinato, la magnánima piedad, compasión en la victoria, parece sencillo pero no lo es. Yo soy un hombre pequeño y hay cosas que no he sabido perdonar, a lo mejor eso es lo que me hace un hombre pequeño y lo que convierte a él en luz filtrada a través de oscuros siglos, la clemencia.

Disculpó a Cicerón y a Bruto. Cicerón escribió una obra muy crítica con él, elogiando a su enemigo Catón. Imaginen tener todo el poder del mundo, poder prohibir el libro y aniquilar al autor con solo levantar una ceja; la práctica común de la época. Pues no, él hizo un texto donde rebatía a Cicerón punto por punto, el Anti-Catón.

¿Y qué decir de Bruto? Julio fue asesinado por la gente a la que absolvió. La clementia Caesaris lo mató, pero hay en su muerte más dignidad que en cualquier conquista. La corona de laurel era eso, no existe mayor derrota que no saber perdonar.