La biblioteca que subió un piso

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

BARBANZA

SANDRA ALONSO

La sala de lectura de Historia estaba en el Paraninfo y fue cambiada al lugar actual a finales del XIX

13 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Miguel Ferro Caaveiro vio el estado de la biblioteca de la Compañía, se asustó. Ni siquiera la habían orientado correctamente. Las vigas habían cedido por el peso de los libros y los pontones y las tablas estaban podridas. Los libros ocupaban ya cuartos anexos. Hasta estaba apartada de las aulas. La descripción de Ferro Caaveiro la recoge Concha Varela en su tesis sobre la Biblioteca Universitaria. No quedaba otra. Se construía un nuevo edificio, el que actualmente es la Facultade de Historia, y había que hacer otra biblioteca. Una que ocupaba la zona del actual Paraninfo y que se concebía como un gran salón, cuyas librerías describía Murguía como «estantería greco-romana de dos cuerpos, con talla sencilla, pero de muy buen gusto y mano».

Pequeño en menos de un siglo

Aquel majestuoso salón, que muchos alabaron por su belleza, volvió a quedarse pequeño. No había transcurrido ni un siglo y la biblioteca había comenzado a extenderse por parte del claustro. Había que hacer algo, le dijo Antonio Casares a Eugenio Montero Ríos. Y se hizo. Fue a finales del XIX cuando la biblioteca de Historia subió un piso. La trasladaron íntegramente. Lo explica Jesús Ángel Sánchez García en el libro sobre el patrimonio de la USC. Todavía hoy se conservan parte de las estanterías originales que describió Murguía. No todas, porque la zona era más grande. Así que convive mobiliario de época con otro nuevo.

La segunda gran reforma fue realizada por Ricardo Velázquez Bosco -responsable también del complejo de San Caetano- e incluyó la construcción del Paraninfo de la USC. Lo que en un principio se había reservado para uso de la biblioteca se convirtió en la secretaría general y salón del rectorado. Lo que hoy es la sala de profesores y el decanato.

«Cuando empiezo a estar en la facultad, tenía tres partes: la sala de lectura, la Biblioteca Lago y la Biblioteca América». Juan Monterroso habla de la década de los 80, cuando ambas librerías se trasladaron a la Biblioteca Xeral. Tanto la América como la Lago tienen su propia historia. La primera, una donación de Gumersindo Busto, se inauguró en la actual Facultade de Historia en 1925. El amueblamiento procedía de San Martiño Pinario. «Ese sería el amueblamiento de la biblioteca original, porque el que hay ahora responde al modelo ecléctico de finales del XIX».

De la Biblioteca Lago, que se adquirió a la muerte de este arzobispo y se inauguró en 1929, se conserva el nombre.

Después, está la reforma de 1965. El enorme espacio de la biblioteca fue cercenado. De ahí sale la actual entrada. Y de aquellas reformas, estos problemas. Se sabe que el suelo se cambió sin levantar los muebles -uno de sus defectos estructurales-. La falta de espacio es una constante en la historia de la biblioteca. Hoy, también.