Los que se enganchan suelen hacerlo de por vida. Es por ello que en el equipo A, el de competición optimist, unos nueve jóvenes llevan ya varios años entrenando. Una vez dan el salto a la adolescencia, suelen cambiar a la clase láser, cuyos barcos son de mayor tamaño y de una sola vela.
«Queremos que se esfuercen en los entrenamientos, que se marquen metas y motivarlos», destaca Fernández, que, junto al Náutico de Ribeira, busca que una nueva generación de ribeirenses se lance a la conquista de la inmensidad azul.