Marcos Malvárez: «No vine de buena gana, pero cuando empecé a vivir en Noia se abrió un mundo nuevo»
BARBANZA
Hijo de padres emigrados en Suiza, Marcos Malvárez nació en Ginebra hace ahora 36 años. Explica que ha pasado la mitad de su vida en el país helvético y, la otra, en Noia. Por motivos familiares, su madre decidió regresar a su tierra natal y Marcos, que era menor de edad, se vino con ella. Sin embargo, su hermano, diez años mayor, continúa residiendo en la confederación.
Con un marcado acento extranjero pese al tiempo que lleva residiendo en Barbanza, Marcos Malvárez explica: «No vine de buena gana, pero cuando empecé a vivir en Noia se abrió un mundo nuevo». El cambio fue radical. Por una parte, pasó de vivir en una gran ciudad a hacerlo en un municipio de menos de 15.000 habitantes: «Donde más lo noté fue a nivel cultural. Por ejemplo, en mi clase en Suiza éramos 20 alumnos y solo dos eran naturales del país. Uno de mis mejores amigos era indio y, el otro, yugoslavo».
Venir de vacaciones
Hasta que se instaló con su madre en Noia, Marcos Malvárez tenía pocas referencias de la comarca barbanzana: «Estaba acostumbrado a venir de vacaciones. Solamente conocía el verano». Carecía de amigos en la localidad y se convirtió en la novedad de la villa: «Suscitaba reacciones encontradas». Reconoce que, inicialmente, pensó muchas veces en regresar. Sin embargo, también explica que no tardó en «conseguir un empleo que me gusta». Trabaja como soldador en la rama de la carpintería metálica y, además, disfruta de la fotografía en su tiempo libre, una de sus pasiones.
Admite que aquí la vida es distinta a la de Suiza y aunque su hermano vive allí, comenta: «Viene él más veces de las que voy yo. De hecho, en estos 17 años solo he regresado a Ginebra en una ocasión. Cuando tengo vacaciones, la verdad, prefiero ir a conocer otros sitios y no se me da por coger un vuelo a Suiza». Sin embargo, la experiencia de su infancia y adolescencia en el país sí han marcado su camino.