Ramona Sampedro: El rayo que no cesa

BARBANZA

CEDIDA

28 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Este lunes falleció mi abuela Ramona. Salí de trabajar y leí en mi móvil: «Murió la abuela». El mensaje que nunca quieres leer. La muerte, esa condenada idiota que no nos mata a nosotros sino a la gente a la que queremos, se llevó a nuestra abueliña. Luego, el sepulcro suele creer que el ataúd guarda solo un corazón, pero no es así, guarda muchos. Y, día a día, mandamos refuerzos al acordarnos de ella, le llegarán pálpitos de hijos y nietos para acompañarla y decirle: «Sigues aquí, en el pecho». Entonces la muerte no vence, porque no se lleva a una abuela, la inmortaliza, la guarda en nuestros latidos.

Hay un denominador común para todas las abuelas del mundo: la ternura con la que nos han tratado, la bondad universal que desprenden, sus habilidades culinarias que superan a una treintena de estrellas Michelin… Pero, aparte de todo esto que mi abuela tenía en grado sumo, quisiera destacar de ella que era una persona con gracia, con muchísima gracia, siempre era capaz de hacernos reír. Se valora muy poco la virtud de hacer reír, y reír permite ensanchar el alma. Imaginen la salita de la casa de mi abuela, con sus diez hijos y las almas tan ensanchadas por ella que se tocaban y formaban una sola en torno a su gracia. ¡Qué personalidad tenías, abu!

Uno de los recuerdos con los que me quedo es el de ella sentada en su sillón de la sala, el sol entraba por la ventana y me decía: «Mira cuánto rayo de luz entra aquí». Y ella, tan iluminada, tan sonriente y tan guapa como era, se fundía con la luz. Era la luz. Fíjense, yo cuando era más joven intentaba convencerme de que no existía la vida después de la muerte, pero ya no soy capaz.

Este lunes falleció mi abuela Ramona. Salí de trabajar y leí en mi móvil: «Murió la abuela», y al ir deambulando triste vi, entre grises nubes, un límpido rayo de luz. Conozco ese rayo de luz, sé adonde va, sé que volveré a verlo. Sé que eres tú, abuela.