El patrimonio que se desmorona

Ana Gerpe Varela
Ana Gerpe CRÓNICA

BARBANZA

21 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Entre los diversos bienes de interés cultural que atesora la comarca figuran los cascos antiguos de Noia y Muros. Basta darse una vuelta por cualquiera de ellos para comprender las causas de que se estableciera ese máximo grado de protección. En ellos se levantan edificaciones tradicionales que han sobrevivido a los distintos bums constructivos que ha sufrido el país. Constituyen un patrimonio, un fiel reflejo de antiguos modos de vida y, también, de modelos constructivos que, seguramente, se ajustaban más a las condiciones de clima y necesidades que muchas de las moderneces que pueden verse hoy en día.

Sucede, sin embargo, que la Administración pretende que el mantenimiento de estas viviendas se haga según sus directrices, algo lógico para preservar sus características, pero se muestra poco dispuesta a aflojar el bolsillo para que los propietarios lo tengan un poco más fácil a la hora de restaurarlas.

Me viene a la memoria la conversación, mantenida recientemente, con la propietaria del pazo noiés de Forno do Rato. Adquirió una construcción singular con el ánimo de rehabilitarla y, según comentó, ha desembolsado hasta ahora una importante cantidad de dinero. Sin embargo, ha decidido poner fin a la inversión. Son tantas las exigencias a cumplir que comprendió que aquello era un pozo sin fondo.

Si se quiere que el patrimonio inmobiliario de cascos antiguos como el de Noia o el de Muros perdure hay que empezar por dar facilidades a los dueños para que puedan reconstruir las estructuras y evitar así que se desmoronen.

Con ayudas que llegan tarde o, directamente, no llegan y con exigencias que a veces resulta bastante difícil cumplir es complicado que alguien se anime a realizar una obra que, ya sabe de antemano, le va a costar un dineral.

Existen diversas fórmulas para que ese patrimonio no se pierda y, de hecho, se aplican en otros países. Casas típicas pueden ser convertidas en establecimientos hosteleros, por ejemplo, con el enganche turístico de que se trata de una construcción típicamente marinera, o que es un inmueble que forma parte de un conjunto declarado bien de interés cultural.

Pero, para eso, hay que favorecer la concesión de ayudas, y que estas no lleguen después de que el promotor de la obra en cuestión haya desembolsado primero el dinero. Deben protegerse los cascos históricos y, al mismo tiempo, debe favorecerse que tengan vida, que no sean simplemente un bonito escenario para una fotografía. Propiciar su ocupación con negocios constituye una buena forma de conservar un bien que forma parte de nuestra historia y que debería ser un legado para próximas generaciones.