Ribeirenses y boirenses somos enemigos naturales. Como los ribeirenses y los pobrenses. O los ribeirenses y los sonenses. O los ribeirenses y otros ribeirenses… Somos pendencieros los ribeirenses, sí, pero como tales admiramos el valor; influjo de nuestro posible antepasado Helgi el Temerario, linajudo príncipe vikingo y semilla de coraje en el Barbanza. Por eso, cuando apartamos las tensiones territoriales para homenajear a los valientes lo hacemos desde la boca, las entrañas y el alma.
Hoy me quito el yelmo y planto humildemente mi rodilla en la tierra ante los valerosos chavales que se enfrentaron al Chicle la semana pasada. Tenéis una cerveza pagada por mí en el Plaza, pedid que os la sirvan en un cuerno que es como beben los hijos de Odín. Honor masivo para los tres, pero especialmente para ella, la valquiria, la brava guerrera que pronto superará este mal trago. Chica, nada puede contigo. Si yo fuese el alcalde de Boiro os regalaría tres espadas. Forjadas con seis lobos blancos contemplando en silencio al herrero en su artesanía, afilado acero valyrio, empuñaduras veteadas con esmeraldas, y filo húmedo de lágrimas de luna como recompensa a vuestra valentía. Por eso no me vota nunca nadie.
Disculpad el tono del artículo si en algún momento os parece inapropiado, no es mi intención banalizar. Solo pretendo sacaros una sonrisa en la dureza de estos días y daros todo el reconocimiento del mundo, que es lo que os merecéis: la alegría de los que salvan vidas, el orgullo de los que vencen al miedo, la carga y el prodigio de ser los héroes de Boiro.