Fábula de una fatalidad

Gonzalo Trasbach
Gonzalo Trasbach (IN)SOMNIUM

BARBANZA

02 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque nos cueste reconocerlo, lo cierto es que los posmodernos tenemos más prejuicios de lo que admitimos o nos parece. Creo que este es uno de los motivos por los que despreciamos o menospreciamos ciertas obras. Y es por esta razón por la que me atrevo a decir que somos muy pocos los que nos damos paseos por entre las páginas de la Biblia, un libro fascinante, lleno de fábulas que abarcan casi todas las cuestiones que afectan a los seres humanos. Hace unos días la he vuelto a visitar guiado de la mano del título de un cuadro de Rembrandt (1606-1669): Betasabé leyendo la carta de David. En este caso, la fábula nos habla del cenegal a donde solo los hombres regresamos para hundirnos en sus pútridas aguas. Solo nosotros hemos caminado y caminamos por esos lodazales.

 Como (supongo) todos sabemos, David es el fundador del reino de Israel. Él fue elegido por Jahvé para suceder a Saúl y para unificar a unas tribus divididas, desorganizadas y amenazadas por la invasión de los pueblos vecinos. Colmado de éxitos, gloria y privilegios, David, no obstante, tuvo que vivir una vejez difícil e infeliz. Su tragedia comenzó a gestarse cuando decidió escaquearse de la guerra que se libraba en Rabbah para quedarse en Jerusalén. Un día, tras tomarse la siesta, se asomó a la terraza y desde allí divisó en una casa vecina a una hermosa mujer bañándose. Se llamaba Betsabé y estaba casada con Urias, un soldado que se encontraba en la batalla que se libraba contra los amonitas.

David se prendó de ella. Mediante una carta la convoca a palacio. ¿Cuántas veces desde entonces hasta nuestros días hemos visto repetirse escenas como esta u otras similares? ¿A ella no le quedaba otra opción? El rey la desea. Acude a la cita y cae embarazada. Después, el monarca se encargará de que asesinen a su esposo. ¿Ella no lo sabía? Llora en silencio su muerte. Y más tarde se casará con el rey, que la convertirá en la más predilecta de sus mujeres. Dios castigará al rey con la muerte del niño concebido en una relación adúltera, además de con divisiones internas y una guerra civil. Pero luego ella le dará otros dos varones más, uno ocupará el trono de su padre y se llamará Salomón.

Mas en el instante que envía la misiva a Betsabé, la carta ya llevaba impresa la fatalidad que había de ser eje de la amarga y trágica vejez del propio David, aquel humilde rapaz que cuidaba rebaños de ovejas y más tarde devino rey, y es el hecho de que Betsabé es la esposa (de otro) deseable. El cuadro de Rembrandt se encuentra expuesto en el museo del Louvre (hay reproducción en Internet). Sobre este lienzo, John Berger ha escrito: «La figura, en tamaño natural, está sentada, desnuda. Reflexiona sobre su destino. Todo el cuadro está centrado en su núbil vientre y su ombligo, que situó a la altura de los ojos de su sirvienta. Y los pintó con amor y compasión, como si fueran un rostro. No hay otra barriga en el arte europeo pintada con una milésima parte de este cariño»..