Cuando todas las ayudas son pocas

Ana Lorenzo Fernández
Ana Lorenzo CRÓNICA

BARBANZA

07 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando se acercan las fechas navideñas parece que el espíritu de la solidaridad se adueña de toda la ciudadanía, y nuevamente todo se inunda de buenos deseos y de gente que quiere implicarse en ayudar a los demás. Donar regalos para los niños de las familias más desfavorecidas, intentar que las personas mayores que viven solas no pasen estas fechas sin ninguna compañía, o echar alimentos en los carros que las oenegés tienen en los distintos supermercados para que todos los vecinos tengan algo que llevarse a la boca, son solo algunos pequeños gestos que -para la gran mayoría de la ciudadanos- suponen un esfuerzo mínimo y, sin embargo, los beneficios para quien los recibe son increíbles.

Pero, ¿por qué se espera a que llegue la Navidad para ser solidario? ¿Qué interruptor hace que la gente no se acuerde hasta diciembre de que hay personas muy cerca de ellos que lo están pasando realmente mal? Puede que sea la necesidad de limpiar conciencias la que provoca que, por lo menos, una vez al año se paren a pensar en el prójimo, mientras que el resto del tiempo una venda les cubre los ojos para no enfrentarse a la cruda realidad o, en el peor de los casos, para verla pero no hacer absolutamente nada por intentar cambiarla.

Menos mal que todavía existen entidades sin ánimo de lucro, como Cáritas, la Cruz Roja, el Banco de Alimentos, y tantas otras que, día tras día, se preocupan porque no les falte de nada a estas personas. Y, es que, por mucha ayuda que se logre reunir en estas semanas prenavideñas, nunca llegará para hacer frente a las múltiples necesidades que a lo largo de los doce meses del año tienen decenas de familias en la comarca que, a pesar de que la que crisis económica parece que da sus últimos coletazos, a ellos los tiene bien enganchados.

Pero la labor de estas entidades no sería posible sin el batallón de voluntarios que se encargan de sostenerlas, de preocuparse por buscar, rebuscar, pedir, conseguir y entregar todo aquello que puede ayudar a alguien a solucionar un problema. Ellos que no reciben nada a cambio, que roban horas de su tiempo libre para dedicarse a los demás, son los verdaderos héroes de la Navidad, pero también del mes de enero, de febrero, de marzo... Porque su trabajo no se limita solo a unas pocas semanas, sino que les ocupa los 365 días del año, con sus mañanas, sus tardes y sus noches.

Pero toda la ayuda que reciben nunca llega, siempre es poca, porque cuando parece que se ha cubierto una necesidad, surge una nueva. Por eso, estas entidades, con sus voluntarios al frente, merecen que se les echa una mano todo el año, no únicamente en Navidad.