Maestros y mentores

Estevo Silva Piñeiro SOSPECHOSO HABITUAL

BARBANZA

27 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Todas las mañanas acompaña mi aseo una canción. Creo que es una costumbre necesaria para intentar encarar los días con algo más de optimismo.

Anteayer me encontré con un tema que hacía mucho tiempo que no escuchaba y, en siete minutos, Neil Young me evocó tiempos pasados; confusos y dulces a partes iguales. Canta Young a la memoria de Hernán Cortes, el genocida, y entonces recordé quién me había prestado aquel disco: un profesor; un mentor. Santi me enseñó que no hay nada más bello y didáctico que la mitología clásica; que el ajedrez no es un deporte de reyes, sino del pueblo; que un reserva del 95 marida con todo y que por mucho intelecto que tengas, si no lo trabajas, solo puede hacerte daño.

Aquellos años en el Praia Barraña, en los que me inmolé académicamente, pero crecí como individuo sin darme apenas cuenta del trabajo que estos mentores hacían a mi alrededor, son inolvidables y me los llevaré a la tumba. Recuerdo como peleaba el señor Blanco por enderezar mi camino; las charlas tranquilas y sinceras de Deira; la filosofía amable de Carlos; el magníficamente terrible sentido del ritmo de Vicente; el pacto de no agresión con Quintáns y las matemáticas; el esfuerzo de Marga por no verme fracasar… Y tantos y tantas. Maestros y mentores de los que no saqué réditos visibles en un papel, pero sí principios, valores y ejemplos de cómo ser mejor persona.

Muchísimos padres y madres deberían tomar nota de a quien deben dejar trabajar con tranquilidad en lugar de malcriar a sus vástagos con ejemplos deleznables. Mejor le iría a este país.