Ni punto limpio ni contenedores

Ana Gerpe Varela
A. Gerpe CRÓNICA

BARBANZA

02 ago 2017 . Actualizado a las 05:10 h.

Con frecuencia suelen escucharse quejas, en la mayoría de las ocasiones con razón, sobre la falta de contenedores, su deterioro, la falta de limpieza de los mismos o, en el caso de los subterráneos, su deficiente funcionamiento. Ciertamente, los ayuntamientos tienen importantes carencias en este sentido y no cabe duda de que la prestación es mejorable. Sin embargo, también lo es el comportamiento de los ciudadanos y en rara ocasión somos capaces de hacer autocrítica y de nuestros actos y de la medida en que estos contribuyen a degradar el aspecto de las localidades en las que vivimos.

Para empezar, resulta sorprendente que, a media tarde, los recipientes de basura estén ya a rebosar. Según las normas, no es hasta el anochecer cuando se deben depositar los residuos, algo que, por lo que parece, muy pocos ciudadanos cumplen. No solo eso, sino que algunos, no contentos con echar los escombros cuando les apetece, tampoco dudan en dejarlos fuera de los recipientes. No lo hacen por una falta de civismo, sino para que las gaviotas o las palomas tengan un bocado que llevarse al pico y, de paso, un entretenimiento para dejar las aceras sembradas de porquería. Es su pequeña aportación a mejorar la imagen de las calles.

Por si con dejar la basura a plena luz del día fuera de los contenedores no fuera suficiente, también hay otros ejemplares ciudadanos que, olvidando la existencia de puntos limpios gratuitos en todos los ayuntamientos, así como de un servicio de recogida a pie de puerta, igualmente gratuito, se ponen a hacer limpieza y tanto les da dejar un juego de sofás en la calle como un colchón, un televisor o una estufa. ¡Qué más da!.

Cuando veo estampas de ese tipo en las calles me pregunto si esos ciudadanos residen cerca de los lugares en los que dejan los residuos de cualquier manera o si, por el contrario, vienen de otra calle para depositarlos en una distinta a la suya. No tiene explicación que a alguien le guste ver las calles de su localidad, un día tras otro, llenas de suciedad porque son las calles por las que transita a diario.