El amor en los tiempos del San Valentín

Antón Parada CRÓNICA

BARBANZA

15 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Me lo había jurado tantas veces esa mañana, que la frase terminó por convertirse en un mantra, que a su vez se fundía con la voz de Eric Clapton en el estéreo del coche, como si de un improvisado coro se tratase. «Ni una sola línea para San Valentín», seguí tarareando. Pero eso fue hasta que el bueno de Jorge me puso el café acompañado de una chocolatina con forma de corazón, envuelta en un papel rojo brillante. Ese fue el preciso instante en el que supe que traicionaría mi efímera promesa. Puede que no haya valentía en enfrentarse al rito social de ayer, bajo el abrigo de un cabecero impreso en una fecha posterior. Pero de eso trata esta crónica, del determinado momento en el que se destina una acción a ese difícil concepto que divide a la sociedad una vez al año. El amor. Y si es que ya lo dijo Manquiña en Airbag: «El concepto es el concepto».

Intento recordar alguna bella escena extraída de la cultura popular, filmografía o literatura universales que ocurriese durante la celebración de la fiesta de los enamorados, pero por mucho que me esfuerce solo acude a mi memoria la decapitación de un santo de dudosa existencia hasta para la Iglesia católica. Estoy seguro de que existen suficientes ejemplos para enterrarme, sin embargo, creo que es el otro lado de la balanza el que me arrastra a pensar que el amor no entiende de una fecha determinada.

No recuerdo que fuese un 14 de febrero cuando Bonnie y Clyde cruzaron por última vez sus miradas, antes de caer abatidos por agentes de policía estadounidense, en una de las muertes más románticas de la Historia. Habían hecho falta muchos atracos juntos para que aquella despedida forzosa tuviese sentido. Tampoco recuerdo que Salvatore pasase únicamente la madrugada del 14 de febrero esperando a María bajo el alféizar de su ventana, ¿por qué que valor tendría entonces la sucesión de besos final de Cinema Paradiso si así fuese? Hasta al mismísimo Charles Bukowski -sí, el autor de Mujeres- le hicieron falta un puñado de libros, el rodaje de una película, un viaje a Europa y las serias advertencias de su doctor para entender que se había enamorado de Sarah.

Y es que prefiero el otro San Valentín. El que tomó forma en Noia con dos campañas en el IES Virxe do Mar y en el colegio María Assumpta. Los primeros decidieron que el amor es eliminar los prejuicios contra la libre orientación sexual, con una serie de carteles realizados por los alumnos, mientras que los segundos llamaron amor a la solidaridad recogiendo alimentos para Cáritas. Porque quizás el amor sea solo eso, algo impredecible y confuso como una tormenta de verano. Pero citando de nuevo al actor: «Carmiña, oye, que dejo esto, que es muy estresante».