Gran hermano

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

14 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El político corrupto que haya encendido la tele y visto cómo la gente se manifestaba por unos finalistas de Gran hermano, ha debido sentirse como un Séneca, un Chesterton y un Quevedo juntos. Y es que hemos bajado tanto el nivel que, este fin de semana, un lector me dijo «tú eres un hombre culto». No, mi buen amigo, no.

Culto es quien lee a Auspicio de Toul en latín y quien domina las cinco teorías de Supercuerdas. Yo solo soy un menesteroso con ínfulas al que únicamente el empobrecimiento cultural de nuestros días ha permitido el acceso a una tribuna periodística. Igual que el político mediocre, que medra porque la sociedad se refocila entre las sábanas del analfabetismo.

Este político, que en una comunidad coherente e ilustrada tendría que dedicarse a algo más honrado, ve que el virus de la necedad se expande y, siendo poco menos que un ágrafo, adquiere una notoriedad intelectual inmerecida que le permite plantarse en la plaza mayor de cualquier pueblo, soltar palabras polisílabas aderezadas con un par de sentencias de Sun Tzu, y contemplar cómo la gente asiente con aprobación: «es un hombre culto», y como tal lo miran.

Cuando cometa varias chorizadas, lo mirarán como las madres del programa Hermano mayor miran a sus hijos, con ojos de: «Pero si te di de todo, ¿por qué me haces esto?». Pues porque, en vez de preocuparte por tener un pensamiento crítico para discernir cuáles son las verdaderas injusticias del mundo y qué se esconde bajo las palabras y actos de tus gobernantes, decidiste ir a una manifestación de Gran hermano.