El primer altavoz de «A Rianxeira» en Galicia

BARBANZA

El restaurante Feliciano estrenó en España la canción emblemática de A Guadalupe

15 dic 2013 . Actualizado a las 13:51 h.

Calle del Medio de Rianxo. Ahí está el Restaurante Feliciano. Ahí lleva desde 1946. Y ahí se prevé que siga. Lo atiende ya la tercera generación. Y eso puede dar lugar al despiste. Pero que nadie se lleve a engaño. El Feliciano permite intimar con la historia de Rianxo y de Galicia. Es un local, sin duda alguna, a la altura del pueblo que lo vio nacer; de ese sitio capaz de parir a tres de los nombres de oro de la cultura gallega, de tener las fiestas más auténticas de la comarca o de haber dotado a Galicia de su himno oficioso. Precisamente, fue desde su balcón desde donde sonó por primera vez en España A Rianxeira.

Para entender la historia del Feliciano y comprender por qué fue en este local donde sonó esa pieza emblemática hay que saber primero quién era Feliciano, el fundador del negocio junto a Carlota, su mujer. Afortunadamente, Charo Rial, su hija y continuadora del negocio, que aún hoy dirige los fogones del restaurante, tiene el verbo fácil. Así que pone a uno en situación. Sus padres, Carlota y Feliciano, acababan de casarse cuando, en 1946, decidieron darle continuidad a la tradición hostelera de la familia y montar un bar donde los riñones al Jerez o el hígado en su tinta empezaron a tener tirón. Dice Charo que Feliciano era un hombre inquieto, y que el espejo en el que quería que se mirase su local era el Derbi compostelano. Así que el coqueteo con la cultura en su negocio fue constante. Había tertulia (entre los clientes habituales estaban, por ejemplo, Rafael Dieste) y se jugaba ya al ajedrez en los años cincuenta?

Desde el balcón

Si esa apuesta por la cultura en los años negros de la posguerra ya dice mucho de Feliciano, del que su hija recuerda anécdotas coma la de la noche que pasó a la sombra por haber cantado el Himno Galego delante de la Guardia Civil, la historia con la que a su hija casi se le humedecen los ojos lo eleva a otra categoría. Corrían finales de los años cuarenta. Acababan de componer en Argentina la mítica A Rianxeira para recibir a Castelao en la tierra de la Plata. Sabedor de ello, Feliciano, que colaboraba con el centro gallego de Buenos Aires, se interesó por la pieza. Tal debió ser su afán que el colectivo emigrante decidió que debía viajar a España uno de los dos discos que se editaron con la canción. Una hermana de Feliciano, que residía allí, se vino con él a Rianxo. Al recibir el disco, Feliciano decidió que el pueblo debía conocer la canción compuesta para el padre del nacionalismo. Así que la hizo sonar desde el balcón de su local. Allí tuvo a un camarero poniendo el disco sin parar. Hasta que la pieza se coló en los oídos de quienes paseaban por la calle del Medio. «A xente acabou chorando ao escoitala», dice Charo.

Y así fue, con aquel camarero dándole duro al tocadiscos, como el Feliciano se convirtió en el primer sitio de Galicia que hizo sonar A Rianxeira. A partir de ahí, cualquier cosa que se cuente del local parecerá pequeña. Pero no debería. Porque los encantos van más allá. Los del bar. Y los de Feliciano, que fue, por ejemplo, el primero en montar un árbol de Navidad en Rianxo, pidiéndole ayuda a un guarda forestal, que trajo del monte un pino que tocaba el techo del local.

Tras su muerte, las riendas del negocio las tomaron Charo y su marido, y ahora el peso lo lleva su hijo Manuel. Ninguno ha querido que el Feliciano se desprenda de su pasado. Lo miman como oro en paño. Ahí está, entrando a la derecha, la mesa en la que se sentaban Carlota y Feliciano. Guardan también el ajedrez de los años cincuenta. O los cuadros que un pintor pobre colgó en el bar como agradecimiento por la pensión gratuita. Pero, sin duda, lo que mejor conservan es su esencia; esa sensibilidad que hacía especial a Feliciano y que convierte a Rianxo en un pueblo digno de leyenda.

El local siempre intimó con la cultura y tuvo a Rafael Dieste entre sus asiduos