El declive de la Tarrasa gallega

María Xosé Blanco Giráldez
M. X. Blanco RIBEIRA/LA VOZ.

BARBANZA

En Barbanza llegaron a funcionar hasta cuarenta empresas dedicadas a la elaboración de prendas de vestir, pero solo media docena se mantienen activas

19 dic 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Fábricas de chaquetas primero y cooperativas dependientes del imperio Inditex después fueron durante décadas la gran salida laboral de las mujeres de Barbanza. Pese a que los negocios del textil siempre estuvieron señalados por el dedo acusador de la explotación y la precariedad, lo cierto es que este sector llegó a ser uno de los principales motores económicos de la comarca. En la etapa dorada del hilo llegaron a funcionar en esta zona hasta cuarenta firmas. Hoy, apenas son media docena las que se mantienen activas.

El período de esplendor del textil barbanzano empezó a gestarse en la década de los sesenta. Ya por aquel entonces, la orilla norte de la ría de Arousa era conocida en determinados círculos como la Tarrasa gallega. En los setenta y ochenta, la situación no podía ser mejor. El sector del punto, liderado por tres firmas con sede en el municipio boirense -Maperlán, Creaciones Madó y Jealfer- dejaban alto el pabellón barbanzano. En sus carteras de clientes estaban marcas como El Corte Inglés, Cortefiel, Montoto y Caramelo.

En el ámbito de la confección de prendas de vestir, dos firmas, en este caso situadas en territorio rianxeiro, daban el do pecho: Hortensia, que llegó a tener en nómina a doscientos empleados; y MRF que, a finales de los noventa, ya contaba con cinco tiendas distribuidas por Galicia.

La buena racha que atravesaba el sector animó a muchas barbanzanas emprendedoras e embarcarse en su propia aventura. A los pequeños talleres que fueron surgiendo en Barbanza se sumó la fórmula de las cooperativas, en las que un grupo de mujeres compartían gastos y beneficios, al tiempo que ejercían de empleadas.

La etapa dorada del textil se prolongó en Barbanza hasta comienzos de esta misma década. En el 2003, en la Cámara de Comercio de Santiago había inscritas cuarenta firmas de punto y confección con sede en esta comarca. En Rianxo se asentaban diez de ellas, mientras que en Muros, Carnota y Boiro funcionaban entre seis y siete.

Liberalización

El gran problema es que buena parte de estas empresas, sobre todo las que operaban bajo el régimen de cooperativas, dependían casi en exclusiva de Inditex, el imperio de Amancio Ortega. Pese a que este grupo siguió una carrera ascendente a nivel empresarial, la mayor parte de los talleres textiles de Barbanza acabaron echando el cierre. El motivo hay que buscarlo en la liberalización total del sector en España o, lo que es lo mismo, la desaparición de las barreras comerciales a las importaciones de otros países.

Esta liberalización, que entró en vigor en el 2005, supuso el comienzo del declive de la Tarrasa gallega. Las grandes marcas cambiaron a las costureras barbanzanas por mano de obras extranjera, mucho más barata. Basta con fijarse en las etiquetas de Zara, la que fue durante años baluarte del textil barbanzano, para comprobar la veracidad de esta afirmación.

Primero cayeron los talleres pequeños que, ante la falta de pedidos, no lograron subsistir, y luego la crisis fue cebándose también con las grandes firmas de la comarca. Maperlán firmó su acta de defunción en el 2003 y Creaciones Madó, un negocio que resistía contra viento y marea desde 1962, dio la última puntada a comienzos del 2005.

Resistencia

En Boiro, solo la más fuerte, Jealfer, logró aguantar el tirón. Y trabajo le costó, pues esta firma atravesó entre el 2001 y el 2003 una grave crisis. En el primero de estos años apenas declaró beneficios y, en los dos posteriores, llegó a registrar pérdidas importantes. La mejora de la calidad del producto, la renovación de los muestrarios y la firma de un convenio con Lacoste fueron cruciales para el futuro de esta fábrica que en el 2004, tras haber conseguido incrementar su cartera de clientes, supo de nuevo lo que era cerrar un ejercicio con beneficios.

También sigue en pie, y lo hace viento en popa, la empresa rianxeira MRF, que cuenta incluso con una segunda marca D-Due. Comercializa su ropa de forma directa, en las tiendas que tiene distribuidas por el territorio gallego, y también a través de sus clientes de toda España. Hace pocos años, en plena crisis del sector textil, la firma dio incluso un gran salto al construir sus nuevas instalaciones en el polígono industrial de Te.

Otra empresa de Rianxo, Confecciones Hortensia, ha conseguido también aguantar el tirón. Al igual que las dos anteriores, también trabaja para clientes de todo el territorio español, fundamentalmente para Cataluña y Madrid. A estas tres grandes firmas hay que añadir alguna pequeña cooperativa que subsiste todavía en Muros y Carnota.

El ocaso de la Tarrasa gallega fue un mazazo para la economía de la comarca pero, sobre todo, para cientos de mujeres que tenían en las fábricas un medio de vida y el lugar perfecto para entablar relaciones sociales. Lo que está claro es que el textil forma una parte importante de la historia de Barbanza. El Ayuntamiento de Boiro así lo ha sabido ver y hace un par de años encargó un documental sobre el tema al cineasta Marcos Nine. El objetivo es evitar que la crisis acabe también con los recuerdos de aquellas costureras.