Sin accesos rodados y sin alumbrado. Así viven dos ancianos en una aldea pobrense
02 ago 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Antonio Fidalgo, que peina los 81 años, y Rogelia García, con 77, llevan buena parte de su vida viviendo en Ouxo, una pequeña aldea de la parroquia de Posmarcos. Aunque tienen achaques -de hecho, el varón necesita una sonda y está en la cama-, no están dispuestos a decirle adiós a la casa que llevan toda la vida compartiendo para acabar sus días en el piso de su hija, que reside en Boiro. Hasta ahí, la historia suena corriente, es moneda de cambio común en buena parte de los hogares rurales donde hay mayores. Sin embargo, el caso de Antonio y Rogelia es más complicado de lo que pudiese parecer. ¿Por qué? El lugar en el que habitan se ha vuelto poco menos que una trampa para ellos.
A saber. En Ouxo, hay calles asfaltadas. De hecho, la aldea incluso puede presumir de una plazoleta. Sin embargo, ni el cemento ni el asfalto, ni mucho menos los puntos de luz pública, han hecho aparición en el camino que lleva a la puerta de la casa de estas personas. De hecho, lejos de tratarse de una pista de tierra más o menos transitable para un vehículo, lo que hay es un camino totalmente irregular, lleno de piedras y donde la maleza saluda al viandante a cada metro. «É algo inhumano, de hai séculos, non dos mundos de agora» señala Ana Fidalgo García, la hija del matrimonio.
En una silla
Lógicamente, con este panorama, se hace difícil, o más bien imposible, a no ser que trate de un todoterreno, que un coche pueda llegar hasta casa de Rogelia y Antonio. De ahí que, hace unos días, el personal de una ambulancia tuviese que sacar a Antonio del inmueble en una silla para poder desplazarle hasta el hospital. De hecho, la hija del matrimonio recuerda que ni siquiera lo pudieron llevar empujando una silla de ruedas: «Nin iso puido ser, porque por ese camiño non anda. Isto é unha inxustiza, porque o resto das pistas da aldea si están asfaltadas».
Habla así Ana mientras pone la vista en el futuro: «Tal e como está el, seguramente, imos ter que volver moitas más veces ao hospital. Non é lóxico que nin poida ir unha ambulancia á nosa casa. É unha barbaridade».
Sus reivindicativas palabras hacen pensar que no es la primera vez que esta mujer mueve Roma con Santiago para intentar que la Administración haga llegar el asfaltado al dichoso camino. Efectivamente, luego es ella misma la que explica todos los pasos que dio, de momento, sin obtener éxito alguno: «Levo dende o ano 2000 pedíndolle ao Concello que asfalte o camiño, e non hai maneira de que o faga», comenta.
Luego, el concejal de Obras no le quita la razón al 100%. José Manuel Castro indica que «é certo que o camiño está moi mal». Y justifica la demora de los trabajos en el hecho de que «os recursos son limitados, e por agora non se puido acometer esa obra». Sin embargo, da su palabra de que este verano «aínda que sexa con recursos propios ou poñéndome a traballar eu mesmo, farase algo».
Si su frase se cumple, seguramente, será más fácil que la voluntad de Antonio y Rogelia se materialice; que ambos, con sus achaques, años e historias puedan vivir en el sitio donde siempre lo hicieron. En Ouxo.