«Este crisol da memoria ficará aquí para animarnos a unificar os nosos soños e ser máis xenerosos coa nosa historia; non podemos estar toda a vida vivindo do pasado, edifiquemos outra Noia sen rencores para que sexa o crisol dos sentimentos e non a desidia da alma». Con este deseo, recogido textualmente en su discurso, Alfonso Costa resumió el significado que él imaginó para la escultura que corona desde ayer el terraplén en el que estuvo antes instalada la ecoplanta, en Sampaio. La pieza, de 700 quilos, es una combinación de hierro, bronce, acero y piedra, que se forjó entre Barcelona y la comarca noiesa, con la ayuda de Andrés Carollo y Javier Ponte. La iniciativa, que tiene un coste de 12.000 euros, partió del ejecutivo noiés y se enmarca en un proyecto de regeneración de la Mancomunidade Serra do Barbanza. La ubicación elegida, al pie de la carretera comarcal 543, es un lugar clave. La obra de arte descubierta ayer tiene dos caras: una que da la bienvenida a Noia al viajero y otra que le dice adiós en su partida. O crisol da memoria representa para el autor una ventana gótica, con un marco más corto por un lado -el que evoca el pasado- que por el otro -el del futuro-. El visitante se encontrará de frente, al abandonar Noia, con unas marcas gremiales que harán que no se olvide nunca del patrimonio local. Si se dispone a penetrar en la cuna de Avilés, se topará con formas de estrellas, la luna y la Vía Láctea que le recordarán que la senda del peregrino no culmina en Compostela.