Tea Lovers, ingleses desde el desayuno

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Elena Fernández

Laura Rodríguez Rey ha reafirmado con su té el espíritu «british» de los vilagarcianos

21 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde hace un mes, soy un Tea Lover, es decir, un enamorado del té, pero en inglés, que queda más propio. El título de Tea Lover me lo han otorgado en la única ciudad española donde puede conseguirse: Vilagarcía de Arousa. Nada más apropiado para esta city tan british que expedir un título tan inglés como elegante. Todo empezó la tarde en que decidí comprar una bolsa de té con notas de naranja en esa tienda de la calle Cobián llamada Tetereta. Allí me ofrecieron el carné de Tea Lover, que acepté encantado. En otra ciudad, quizás me hubiera mostrado remiso a tener más carnés y más tarjetas, pero en Vilagarcía, nada más propio que una carta de ciudadanía con teína.

Al llegar a casa, ya tenía en el correo un mensaje apelando a mi nueva condición. «¡Hola, Tealover! Te doy la bienvenida», leí. Tras agradecerme la confianza, me regalaban una práctica Guía de Iniciación al Mundo del Té. Y la despedida: «Un fuerte abrazo, Laura». Ni que decir tiene que inmediatamente descargué la guía, me la estudié, la sigo al detalle y me he convertido en un indiscutible experto en té.

Laura Rodríguez Rey ha elevado su Tetereta a símbolo de la Vilagarcía esencial. No solo vende té, sino que difunde sus secretos, estimula el amor a esta infusión y realiza una labor, más pedagógica que comercial, fruto de su empeño, su dedicación y sus conocimientos, pero también de la tendencia vilagarciana a amar todo aquello que entronque con la tradición británica. Laura tiene visión de negocio, olfato antropológico y mucha imaginación: no he conocido a nadie capaz de convertir unas hierbas en un modo de vida, en una sorpresa continua, en un resorte comunitario. A base de té y mensajes, Laura entretiene, instruye y afina el paladar.

Los ingleses

Su labor ha caído en terreno abonado. No sé si en otra ciudad Tetereta hubiera triunfado como aquí. De todos es sabido que los vilagarcianos tienen un segundo gentilicio no exento de ironía: ingleses. Se utiliza como sinónimo de estirado, distante, pijo… Es una caricatura, naturalmente, pero una caricatura que entronca con la historia y tiene sus símbolos. Cuando, hace 151 años, la Armada Inglesa atracó por primera vez en los muelles de Carril, fraguó una relación de Vilagarcía con las islas británicas que dio unos frutos que aún perduran.

Pero no todo empezó en 1874. Ya desde la Edad del Bronce, (3.300-500 años antes de Cristo) se certifican relaciones marítimas entre Arousa y Britania. Esas relaciones se intensifican a finales del XIX, cuando Carril era escala de las líneas marítimas Liverpool-Barcelona, Lisboa-Londres y Liverpool-Pacífico y contaba con una línea propia, Cardiff-Carril, a través de la que se abastecía de carbón a la fundición Alemparte y al primer ferrocarril de Galicia (Santiago-Carril) de la The West Galicia Railway Company. En ese tiempo, en Carril tenían oficina varias consignatarias inglesas y el viceconsulado británico.

Cuando, en 1890, el muelle de hierro de Vilagarcía empieza a estar operativo, la Armada Inglesa, fondeada en la ría, desembarca a sus marinos en ese muelle. En el vídeo Scenes at Arousa Bay. Men of the Royal Navy’s Atlantic Fleet visit Vilagarcia, 1919 se puede ver uno de esos desembarcos y a los marinos paseando por una Vilagarcía cuyos policías municipales visten al estilo bobby. En cada desembarco, 10.000 marineros lo ponían todo patas arriba, llenaban unas tabernas donde se despachaba whisky y ginebra antes de que estas bebidas llegaran a cafés de Madrid como el Lyon D’Or. Pero faltaba una tienda especializada en té.

De aquel tiempo y aquella estética, nos quedan la arquitectura inglesa de la Praza da Peixería o el color rojo inglés que se aplicó al mobiliario urbano del Castriño y de las plazas de España y Ravella. Pero también el British Cemetery de la recta de Rubiáns, cuya puerta fue diseñada por Eduardo Viqueira, la academia de Francisco Cerecedo, donde se aprendía inglés cuando el idioma que se estudiaba en España era el francés, y no podemos olvidarnos del Real Club de Regatas, fundado en 1902 al absorber la Tertulia de Confianza creada en 1878, un club fundamentalmente británico de tapetes verdes, tresillos de cuero y mobiliario de maderas lujosas.

En esta relación de preclaros y dignos símbolos ingleses de Vilagarcía, al Real Club de Regatas y al British Cemetery, hay que añadir el equipo de rugbi, Los Ingleses, y recordar los partidos de nuestros rugbi man contra las aguerridas tripulaciones de los buques Blazer, Pursuer, Dasher o HMS Newcastle que atracaron en nuestros muelles a finales del siglo pasado.

Y qué decir de otro icono británico de la ciudad: Establecimientos El Hogar, inaugurado por el vilagarciano Joaquín Porto Casas (1908-1996) el día de San José de 1942, una tienda cuya especialidad desde entonces es la porcelana inglesa del siglo XIX, que le conseguían sus dos agentes desplazados desde Vilagarcía a Inglaterra para comprar en las subastas figuras de Stafford, pottery de Westburn, Wedwood, Milton y Wercester y teteras de Bristol y Coppeland. Pero ¿para qué sirven las teteras si no se pueden llenar de buen té? Es en ese punto donde aparece Laura Rodríguez con su Tetereta, convirtiéndonos a todos en Tea Lovers, en adictos al té rico, en vilagarcianos auténticos, es decir, ingleses desde el desayuno.