Acaballo entre Extremadura y Galicia, hago coincidir mis estancias con fechas señaladas. Ahora toca Galicia para disfrutar del Black Centollo, cuando, a finales de noviembre, se despachan 2.000 centollos en O Churrasco de Rubiáns (Vilagarcía) a un precio imbatible. Después regresaré a Extremadura porque la presidenta, María Guardiola, ha convocado elecciones autonómicas y las campañas políticas son el mejor surtidor de crónicas periodísticas que conozco.
O Churrasco de Rubiáns se fundó en el 1979. Aún no existía el Black Centollo, pero ya había elecciones democráticas y el PSOE dio un mitin en O Churrasco mientras en las mesas cenaban las chicas del cercano club JM. Al acabar los platos, se sentaron tras los oradores socialistas y cuentan las crónicas que nunca hubo candidatos tan atentamente escuchados. Entonces fue una anécdota sin más. Hoy hubiera provocado una comisión de investigación en el Senado.
Lo que más me gustaba de las campañas electorales era seguir a Romay Beccaría en sus mítines rurales por el entorno de Santiago. Cada noche recorría media docena de aldeas y en todas acababa el mitin con el mismo aviso: «Id a votar el domingo, no vaya a ser que por ordeñar las vacas un día luego vengan los socialistas y os las ordeñen toda la vida». Lo aplaudían, salían los platos de pulpo, empanada y zorza y Romay corría hacia el siguiente pueblo. Esto de las vacas me recuerda al pueblo de mi suegra, Aldea del Cano (Cáceres), donde, en los años 20, todos los burros se llamaban Vitórica, apellido del candidato maurista del distrito, que pagaba 50 pesetas por voto. Con ese dinero, los vecinos se compraron un asno y, agradecidos, lo llamaron como a su diputado. Cada «Arre Vitórica» se podía traducir como «Yo voto a Vitórica».