Un último brindis por Hans, el holandés que se enamoró de Vilagarcía

josé rodríguez posse

VILAGARCÍA DE AROUSA

CEDIDA

Hace 25 años, la familia Kienhuis se enamoró de la capital arousana y estableció su segunda residencia en la mansión de A Concha que el arquitecto Antonio Palacios diseñó en 1900

03 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Si hablamos de Johannes Nicolaas Maria Kienhuis (Harderwijk, 1949-Amersfoort, 2024), en Vilagarcía pocos sabrían quién era, pero si decimos Hans el holandés, ya muchos sabrán de quién estamos hablando. Si añadimos que se hizo propietario de la antigua casa de los García Reboredo, diseñada por Antonio Palacios, en la playa de A Concha, muchos más caerán en la cuenta. Hans era una persona especial, de las que habría que inventar si no existiesen. Transmitía buen rollo, siempre con una sonrisa y un saludo para todos, y en Vilagarcía se hizo querer.

Hace unos 25 años, la familia Kienhuis —el matrimonio formado por Hans y Maria con sus hijos Esther y Erik, además de su hermano Pim—, estando de viaje por España y Portugal, decidió conocer las Rías Baixas. Vilagarcía fue un flechazo, un amor a primera vista. En cierto modo, su ciudad natal, donde residió hasta su muerte, tiene muchas similitudes con la nuestra. En vez de una ría, Harderwijk tiene un lago, con su puerto y su playa. El número de habitantes es prácticamente el mismo y se puede ir andando o en bicicleta a cualquier sitio. Hans vio una casa en venta cerca del mar, de unas características muy especiales. Poco después volvió para comprarla. Era, tras su hija Esther, la niña de sus ojos. Le encantaba pasar horas en su jardín («my beautiful garden»), tanto trabajando como disfrutando de su familia y de sus amigos, con un buen vino o una cerveza, y sus tapas, que no faltaban nunca en la ecuación.

Hans era una esponja, quería empaparse de la historia, cultura, gastronomía y paisajes del lugar que había elegido como segunda residencia. Existía la barrera del idioma, pero el destino hizo que conociese a «Jose de Posse» —así lo llamó siempre— en O Recanto Irlandés. Erik, que lo había conocido antes, los presentó. La lengua dejó de ser un problema y la comunicación fluía en inglés. La conexión fue total, planes, anécdotas, aventuras, fiestas… Fueron cientos en estos 25 años, tanto en Vilagarcía como en Holanda. La relación pasó de amistad a ser familia.

Hans era un espíritu libre, un emprendedor hecho a sí mismo. Era de apostar fuerte por sus ideas y poner toda la carne en el asador. Un líder nato. Sus trabajadores lo adoraban, eran considerados amigos. Un fin de semana al año, la empresa los invitaba a unas jornadas de convivencia, tanto en Holanda como en otros países. Cada dos años, se los llevaba de vacaciones. A Vilagarcía les tocó varias veces, y a todos les encantaba y querían repetir. Hans ha sido el mayor embajador de Vilagarcía en los Países Bajos, mereciendo ser considerado hijo adoptivo del pueblo. Extraoficialmente ya lo es. Por su casa pasaron cientos de personas, tanto de Harderwijk como del resto del país. También de otros países y continentes. A veces, la casa parecía las Naciones Unidas, algo que lo llenaba de felicidad. Era un ser que brillaba con luz propia, con la facilidad de hacer feliz a las personas que lo rodeaban.

Hans no volaba. Todos sus viajes eran en coche o en barco. Sin ser religioso, hizo el Camino de Santiago por todas las vías posibles, incluso vino andando desde su casa de Holanda a la de Vilagarcía, con una media de 40 kilómetros diarios. También cubrió la ruta desde Harderwijk a Roma y recorrió las Highlands junto a su compañera de vida, María. Siendo sus hijos unos niños, decidió darse un año sabático, subirse a su barco y navegar por Europa. La anécdota que más gracia le hacía era haber estado atracado frente a la catedral de Notre Dame. Transmitió este espíritu aventurero a su hijo Erik, que también decidió darse un año antes de asumir las responsabilidades empresariales que Hans pensaba delegar en él. Diez meses y medio de vuelta al mundo, una aventura de vida en la que conoció a Cherry. Años después, se casaron en Vilagarcía.

Tras unos años, adoptaron un perro en la perrera municipal, un Beagle que pasó a formar parte de la familia y lo acompañó hasta sus últimos días. Le llamó Roberto y era como un tercer hijo. Era fácil verlos caminar por la playa, el paseo o el centro. Sobre su ataúd se colocó el peluche de un Beagle, como si también él lo acompañase en su último viaje.

Martina Miser

Un ir y venir de invitados

La casa en verano era un ir y venir de invitados, aunque una fiesta destacaba por encima del resto. Con varios meses de antelación, Hans y Jose programaban el evento, normalmente durante la semana grande de San Roque. Allí se reunían amigos y familia de ambos bandos. No faltaba la parte gastronómica, en la que estrella era el salmón ahumado: 20 kilos en la última fiesta, con unas cincuenta personas en el jardín. Otra parte importante era la música en directo. Por allí pasaron, The Black Barrantines, Chiquillo y el Abuelo, Mónica de Nut y Virxilio da Silva o The Lakazans, unos invitados más.

El destino hizo que Hans pasase sus últimas Navidades en Vilagarcía. Vino acompañado de su actual pareja, Addy. También estuvieron sus amigos Jan, Stols y su nuevo vecino en Harderwijk, Jerome. Sin saberlo, fue su despedida a Vilagarcía, a su casa y a sus amigos Jose y su pareja Paula, que asistieron al acto íntimo familiar de su despedida en los Países Bajos. En los discursos de Ed Rappart, un amigo de toda la vida, y Jeroen Polder, en representación de la empresa, hubo referencias a Vilagarcía, a su casa, su jardín, sus amigos...

Fiel a su manera de entender la vida, Hans dejó reservado un local y pagada la última ronda a todos sus amigos, que deberían asistir al Hotel Restaurante Monopole, justo frente al lago y a la playa, para brindar a su salud. La última ronda empezó a las dos de la tarde y terminó más allá de las nueve de la noche. No cabía ni un alma. Por supuesto, hubo música en directo. Paul, un antiguo trabajador de Het Shippertje (el pequeño marinero), y Bert, acompañados de guitarra y contrabajo, iban tocando en ciertos momentos canciones de la vida de Hans. Se cantaron y bailaron piezas de su querido André Hazes (el Nino Bravo holandés). Hans tenía especial cariño hacía Johan Cruyff, los Beatles, el Ajax, el Celta… Todos estuvieron presentes. También Roberto, su amigo fiel. Estaba contento, porque allí se encontraban todos los amigos de Hans, que él conocía. En cierto modo, Hans también estaba presente y él podía percibirlo.

Generoso hasta en el adiós. Uno de los rasgos personales que caracterizaban a Hans el holandés era su extrema generosidad. Su mansión de Vilagarcía estaba abierta de par en par a sus amigos, a su familia y a sus invitados, a quienes jamás escatimaba un buen vino, una cerveza, algo sabroso de comer y una buena canción. Esta generosidad proverbial se extendió incluso hasta después de su despedida, al haber donado todos sus órganos.