Las peleas de los directores de instituto

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Martina Miser

El curso comienza en Arousa con menos profesores, al disminuir la distancia en las aulas

20 sep 2021 . Actualizado a las 20:51 h.

El lunes pasado comenzaron de manera efectiva las clases en los institutos y colegios de la comarca de Arousa. Ese mismo día, mientras los alumnos del colegio de Tremoedo entrevistaban a Román Rodríguez, Conselleiro de Educación, para su emisora escolar, el equipo directivo del IES Miguel Ángel González de Carril llevaba cuatro días, incluido el fin de semana, encerrado en el instituto. No lo hacían como acto de protesta, sino como acto de compromiso con su trabajo y con la educación. Mientras el Conselleiro declaraba en la radio escolar de Tremoedo que el curso había empezado bien, sin incidencias y con absoluta normalidad, el equipo directivo del instituto de Carril realizaba jornadas «continuas» de 12 horas, se iban a casa a las tres de la madrugada el sábado y el domingo y la secretaria del centro docente, Eva Mouriño, definía el comienzo del curso como un caos.

¿A quién hacemos caso, al conselleiro o a la secretaria del instituto carrilexo? Desde que en 1981 llegué como profesor al entonces instituto de Fontecarmoa, hoy Fermín Bouza Brey, he vivido protestas escolares que llegan siempre en febrero y que se amparan en un lema tan exigente como indefinido: mejoras para la enseñanza pública. El eslogan que ampara estas huelgas de febrero, que estallan cada año en los institutos gallegos, murcianos, cántabros y extremeños, es razonable, pero demasiado general: evidentemente, siempre se va a poder exigir más medios para la enseñanza, la cuestión estriba, como en casi todo en la vida, en la justa medida.

¿El curso en Arousa ha empezado bien o ha sido un caos? Veamos el caso de Carril, donde hasta un par de días antes de empezar el curso no recibieron el visto bueno para alcanzar el número de profesores necesarios que permitía matricular a los cuarenta alumnos de Catoira, que estaban en lista de espera. Las estadísticas dicen que, tras Extremadura (9.8 alumnos por grupo), Galicia, Cantabria y Asturias (10.2 alumnos por grupo en las tres regiones) son las comunidades autónomas que tienen un menor número de alumnos por profesor en las enseñanzas no universitarias.

Sin embargo, la situación en Arousa es menos halagüeña. Según informaba Pablo Penedo en La Voz de Arousa el pasado martes: «La Xunta recorta 60 profesores en los institutos de Arousa». En el IES de A Illa de Arousa han recortado cinco profesores y la dimisión de su directora, Rita Martínez, al comprobar que tenían incluso menos profes que antes de la pandemia, no fue aceptada. En el IES Ramón Cabanillas de Cambados tienen este curso más alumnos que el curso pasado (han pasado de 379 a 412) sin embargo, han perdido tres profesores (de 45 a 42). El Francisco Asorey ha perdido seis profesores. Ha pasado de 73 a 67 y su director, Ángel Rey, se consuela pensando que antes de la pandemia el claustro estaba formado por 60 docentes, aunque eso sí, en las aulas pasarán de tener un máximo de 20 alumnos a un máximo de 30. Esto no sucede en el IES Monte da Vila de O Grove, donde Nuria Santiago, su directora, informa de que tienen un profesor menos que antes de la pandemia (tenían dos menos, pero padres y profes pelearon para conseguir uno más y lo consiguieron).

Como ven, los equipos directivos de los institutos son en estos días una mezcla de pedigüeños, plañideros y conseguidores que dedican sus desvelos y sus esfuerzos a pedir limosna: «Deme algo… aunque solo sea un profe más». En sus declaraciones, el verbo que más emplean es «pelexar». En septiembre, en los institutos de Arousa, las direcciones no «dirixen», «pelexan», que es una manera de dirigir, pero provoca insomnio, urticarias, tensiones y, encima, tienes que defender antes los claustros y los consejos escolares lo que algunos compañeros o padres consideran un fracaso o un conformarse con lo que te dan.

Lo cierto es que los docentes, pasados unos días, se resignan a lo que hay y muestran una profesionalidad a prueba de recortes. Tras pasar por diversos ámbitos de la administración y tras casi cuarenta años conociendo, gracias al periodismo, todo tipo de entidades y organismos, estoy en condiciones de afirmar de que lo que mejor funciona en España es la enseñanza pública. Y no es por los gobernantes de turno, tan variados y distintos en cada región, sino por los profesores.

El caso del Bouza Brey

En los 80, en lo que hoy es el IES Bouza Brey, dábamos clase a grupos de cuarenta alumnos y salíamos adelante. ¿Quién iba a imaginar entonces que algún día, en Galicia, la media de alumnos por aula sería de diez? Pero en Arousa, ya digo, esa media se dispara. El caso, precisamente, del Bouza Brey, es paradigmático. El viejo instituto de Fontecarmoa va a sufrir este curso el mayor recorte en toda la comarca. A pesar del éxito de sus propuestas educativas (a falta de 24 horas para cerrar la matrícula, solo quedaba una plaza libre en Automatización y Robótica Industrial), este curso padecerá un recorte brutal de profesorado: pierde casi el 20% de la plantilla y pasa de 75 a 63 profesores. Y no le va a la zaga el instituto más tradicional de Vilagarcía, el Castro Alobre, que pierde nueve docentes. Esta es la situación y esta es la cuestión: ¿normalidad o caos?