Veintiséis votos en contra
La ferviente defensa que del superpuerto hizo Lapuerta logró el respaldo de la mayoría de la cámara. El texto fue aprobado con el voto en contra de veintiséis procuradores y con una abstención. No, lo que provocó el voto en contra de quienes así lo hicieron constar, gallegos en su mayoría según contaba La Voz, no fue la amenaza de que semejante actuación pudiera poner en jaque la riqueza marina de la ría. Más bien, todo lo contrario. «Al parecer, los votos en contra se produjeron por entender los votantes que debía incluirse en el puerto una terminal de crudos», explicaba La Voz, que contaba quienes se habían posicionado con un no (alguno les sonará): «Los señores Barroso y Sánchez-Guera, García Valiño, Nito Antúnez, Fraga Iribarne, Serrats Urquiza (don Salvador), Pedrosa Latas, Riestra del Moral, Sierra Haya, Suevos y Goñi Donázar. Se abstuvo el señor Zubiaur Alegre». La idea del superpuerto se votó aquel 31 de marzo de 1971 pero llegaba de mucho antes. Pretendían construir una instalación que, según sus cálculos, podría acoger hasta dos mil buques al año. Pero ahí se quedó. En proyecto, porque lo de los crudos era clave. Lo explica Manuel Villaronga en su libro «Vilagarcía y el mar»: «Los días comenzaron a pasar; los meses también y el concurso, como el superpuerto, comenzaron a caer en el olvido. Y es que ya muchos analistas lo habían advertido: impidiendo el tráfico de crudos sería muy difícil que alguien asumiese el riesgo de construir un puerto presupuestado en varios miles de millones de pesetas, únicamente para graneles sólidos». La idea, de todas formas, todavía anduvo rondando la mente de más de uno hasta que Leopoldo Calvo-Sotelo, ministro entonces de Obras Públicas, la descartó definitivamente en 1977.