«No me apetece dar un paso atrás»

VILAGARCÍA DE AROUSA

MARTINA MISER

Recién aterrizado desde Lituania, el técnico vilagarciano se tomará unos días para decidir si renueva allí o busca otra aventura

11 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Alberto Blanco lleva solo unas horas en Vilagarcía y se le nota cansado. Luce moreno porque dice que tras estar a -20 durante muchas semanas el sol ha salido en Lituania el mes pasado. Está cansado pero feliz. Ha estado en el engranaje de uno de los dos mejores clubes de Lituania, el país donde el baloncesto en una religión. Ahora se tomará unos días para decidir si regresa.

-¿Qué balance hace el club de la temporada?

-No hemos jugado la final de Liga porque perdimos el quinto partido de la semifinal por un punto pero la sensación que me ha llegado es muy positiva. Se ha valorado que hemos ganado un título, que es algo que no había conseguido el club en seis años y que es muy difícil de lograr al máximo nivel. El título ha dado calma. Yo firmaría ganar cada año un título de máximo nivel. No sé cuántos entrenadores pueden presumir de tenerlo.

-Debe ser un sitio complicado. A Marcelo Nicola lo echaron cuando aún no se había llegado a mitad de temporada...

-Desde el primer día sabía que podía pasar. Marcelo me lo había dicho. Me sentí muy mal cuando sucedió pero no podía dejar de hacer mi trabajo. Hubo un mes que no sabías por dónde venían los disparos. Cuando llegó el actual entrenador acabé volviéndome a sentir como me sentía con Marcelo. Los jugadores acabaron respetándome por el trabajo del día a día. Poder ayudar a jugadores de ese nivel es una fortuna para mí.

-¿Cómo se comportan los jugadores de ese nivel? ¿Miden al entrenador?

-Sí, todo el rato. Yo acabé notando confianza absoluta en mí. Al principio era ?a ver cómo viene el españolito este amigo de Marcelo? y al final fue una confianza ciega. Eso fue a base de callo, de esfuerzo. Conocen el juego al dedillo. Aprendí mucho de ellos.

-¿Por qué hay tantos lituanos que juegan tan bien al baloncesto?

-Primero porque la genética es extraordinaria. Ver a un tío de dos metros en Vilagarcía es muy raro, en Lituania brotan. Conocen el juego a la perfección y para destacar tienes que ser muy bueno. Se compite desde el primer día. No hemos hecho un ejercicio de tiro en el que no compitiéramos. Es más, cuando alguna trampea el resto de los jugadores ya te dicen ?eh, vigila a este?. Me ha gustado mucho ver que no se relajan ni un segundo entrenando.

-¿Y el año que viene? ¿Volverá a Lituania?

-Tengo tres opciones: seguir allí, irme a otro sitio como entrenador ayudante o ser primer entrenador de un equipo europeo pero que no jugará Eurocup o Euroliga. Me he tomado unos días de reflexión. Lo que me apetece es mantenerme en el máximo nivel. Cuando estás en ese banquillo, a ese nivel, es difícil bajarse. Son muy pocos asientos y miles de personas que querrían ocuparlos. Esas sillas están deseadas por todo el mundo y el que diga que no miente. No hay ni un solo entrenador que no quiera estar en alguna de las noventa sillas de la super élite. No me apetece dar un paso atrás. Si tengo que hacerlo lo haré porque soy un profesional pero si puedo mantenerme también lo haré.

-¿Tienen los lituanos interés por Galicia? ¿Le preguntaban?

-Sí, aunque fuera del club no he hecho amigos. Mi círculo era el club. Eres una persona muy pública y vas a un restaurante y te conocen, en un tienda también... hay que estar muy atento. Creo que salí de noche dos veces porque todo el mundo sabe allí si sales o si vas a cenar...

-...Y al día siguiente estás en todas las páginas web.

-Sin ninguna duda. Mi vida fue absolutamente el club y ahí sí que vas haciendo una cierta relación personal. Claro que te preguntan por la vida aquí. Yo les he dicho que Galicia es del tamaño de Lituania, pero claro es incomparable a nivel de baloncesto. Son dos mundos distintos.

-Cuenta que le conocían incluso a usted, que era un miembro más del cuerpo técnico. ¿Cómo se lleva esa presión? Pasar de estar en un club como el CB Vilagarcía a otro que es comparable a un Madrid o un Barcelona.

-Procuré estar muy concentrado en no equivocarme. Sabía lo que podía hacer y lo que no. Mi vida se ciñó al pabellón y a los restaurantes donde iba a comer cada día y mi casa. Tenía tanto trabajo que los días se me hacían cortos. Hasta que ganamos el título de Copa lo de la presión fue una locura.

-Al margen de la familia, aquí dejó también el club. ¿Estuvo pendiente de él desde allí?

-No estaba muy pendiente. Había gente que iba a llevar el club a la perfección. Solo cuando pasó lo de Basket Cup, con la intoxicación. Aquella mañana sí. Fue la única. Aunque lo hicieron perfectamente yo traté de guiarlos porque era una situación anómala.

-¿Recuperará el torneo su formato anterior?

-No lo hemos pensado. A mí me gusta mucho el formato que tiene ahora. Me encanta. Estoy por la labor de mantenerlo. Juntar a mil niños no es fácil.

El intenso frío, los apartamentos sin persianas y la deliciosa sopa de remolacha

Nunca había estado Alberto Blanco tanto tiempo, y tan lejos, fuera de casa pero la experiencia parece haber valido la pena.

-¿Qué sensaciones le ha dejado la experiencia lituana?

-Ha sido una vivencia muy bonita. Es un país que vale la pena. Fue duro porque el clima se hace duro. Para los que nos gusta el baloncesto, vivir en Lituania es lo más. El baloncesto está en todos lados y eso te hace respirarlo sin parar. No tengo ninguna duda de que ha valido la pena.

-¿Hubo algún momento en el que pensara coger la maleta y volver?

-No. Nunca. Iba muy preparado mentalmente para lo que me iba encontrar y nunca lo pensé. Tuve suerte porque mi familia y mis amigos me venían a visitar con cierta frecuencia y eso ha sido fundamental. Cuando se fue Marcelo sí sentí que me podían echar, pero el club me dijo que no, que estaban contentos con mi trabajo y que siguiera. Nunca he tenido en casa más de dos litros de leche. En eso sí que notaba la temporalidad. Era plenamente consciente de que me podían echar en cualquier momento.

-¿Es muy distinta la vida?

-Sí, mucho. La costumbre más rara es lo de la persiana. Allí no hay y lo primero que tienes que hacer es habituarte a dormir con luz. Y ahora hay muchas horas de luz. Fue lo primero a lo que tuve que adaptarme aunque debido a la presión dormí muy poco. La comida me ha encantado. Hacen todos los tipos de sopas que te puedas imaginar. La más llamativa es la de remolacha, que me ha encantado y voy a intentar repetir aquí ahora en verano. Se vive de siete de la mañana a las seis de la tarde y en los centros comerciales, pero es normal por el frío. Hay muchos días a -15 o a -20, pero, yo que lo viví, también digo: no sé qué será peor, vivir a -20 o a +40.