El bar de marineros que no quiere ser otra cosa

Rosa Estévez
rosa estévez A ILLA / LA VOZ

A ILLA DE AROUSA

Martina Miser

En la de Fina Viñas (A Illa) el día arranca antes de que el sol encienda la mañana. El local, con 89 años de historia, abre sus puertas justo a tiempo para poner el primer café a quienes se van a trabajar al mar

24 oct 2023 . Actualizado a las 12:00 h.

En 1934 se proclamó la fugaz República Federal de A Illa de Arousa. Duró aquel estado independiente un suspiro, apenas un par de días que sirvieron para fraguar una de las mejores historias de la ría y, de paso, esa imagen que proyectan los auténticos carcamáns: rebeldes, resueltos, indómitos. Seguro que de la independencia y de las bombas que estallaron en aquellos extraños días se habló, y mucho, en la taberna Viñas. El local era nuevo: llevaba abierto apenas tres años, con las ventas mirando hacia el mar de O Campo. En la de Viñas debía reinar esa atmósfera de los locales de los viejos tiempos: mitad bar, mitad tienda, siempre punto de encuentro. Casi noventa años después, el negocio ha cambiado: no le ha quedado más remedio, porque el mundo ha dado muchas vueltas. Sin embargo, hay algo que permanece inmutable en este local de A Illa. «Isto é unha taberna de mariñeiros» dice, conciso, José Muelle. «É o que somos, e é o que queremos seguir sendo».

José habla como un isleño más. Pero él sabe que sigue siendo «de fóra». «É unha forma de falar moi de aquí. Pasará unha vida enteira e eu seguirei sendo de fóra», relata. Y no se lo toma a mal, porque las cosas, en A Illa, son así. Y así quieren seguir siendo. Él llegó a Arousa cuando los almanaques cabalgaban entre los años ochenta y los noventa del siglo pasado. «O primeiro que me chamou a atención cando cheguei, era que aquí parecía que todo ía máis despacio», relata. Solo un ligero deje, casi imperceptible, delata que su origen hay que buscarlo fuera de Galicia: en Avilés.

Su camino acabó llevándolo al bar que regenta desde 1999. «Eu entrei aquí como traballador», dice. Al frente del local estaba Fina Viñas, la hija del primer dueño. También estaba Dionisio, su hermano, que en un rincón del local tenía montada una peluquería. «A xente entraba polo bar e el dáballe un número. E mentres non lle tocaba cortar o cabelo, tomaba algo», recuerda.

Cuando los dos hermanos se jubilaron, le ofrecieron al mozo asturiano tomar las riendas del local. «Dalgunha maneira, eu estaba no momento adecuado no sitio idóneo», dice. Y en ese mismo lugar continúa, tanto tiempo después. Como el mar que lo acompaña desde el otro lado del cristal de las ventanas. «Este é un sitio privilexiado», relata José dejando resbalar la mirada sobre el horizonte. Y da un poco de envidia, pero envidia de la buena, cruzarse con alguien tan satisfecho con la vida que se ha sabido construir.

José tomó las riendas del bar y decidió seguir aplicando en él algunas de las recetas aprendidas de su anterior propietaria, que sigue dando nombre al establecimiento. Así que en la de Fina Viñas -donde el cartel luminoso que antaño presidía la terraza ha pasado ahora al interior- el café sigue siendo excelente. Y el local sigue abriendo a las seis de la mañana para atender a los marineros. Aunque llueva, aunque el viento sople sin piedad. «A xente está acostumada a levantarse cedo. Moitas veces é aquí onde deciden que ese día é mellor quedar en terra», dice José, que hace años veía «como se repartían as ganancias da semana nas mesas» de su local, y que vivió en primera fila, ayudando como podía, la batalla contra la marea negra del Prestige. «Aquelo deixou moita pegada na xente. Esta crise que estamos pasando é terrible, pero aquela...».

Desde detrás de la barra, José ha visto cambiar el mundo, también el más inmediato. Y ha sabido adaptarse a esos cambios. En estos momentos, la cintura para los negocios, ejercitada durante tanto tiempo, está ayudándole a reinventarse al paso de las normas y restricciones que impone el covid-19. «Intentamos facer cousas. Cousas que me gusten e que vexo que funcionan ben». En estos momentos, se ha empecinado en recuperar viejas tapas que habían caído en desuso. Desde los callos a la oreja de cerdo. O los garbanzos con bacalao que tiene en mente. En verano, ofrece a sus clientes una carta de helados diferenciada. Y durante todo el año, elabora con esmero los gintónic. En un pueblo que está de moda entre los turistas, todos esos pluses son atractivos. «Estamos encantados de que veñan turistas -apunta-. Pero nós, somos unha taberna de mariñeiros». Dicho queda.

Desde 1931

Dónde está

Praza do Campo, número 11.

A Illa de Arousa.