La nueva Baldosa está en O Piñeiriño

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

Cristina Durán

Crónica de una mañana de domingo en Vilagarcía, del Stocolmo al Esmorga

15 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Mañana de domingo en Vilagarcía. En A Baldosa, a las nueve, solo está abierto el Stocolmo 2.0. La terraza está llena de clientes desayunando. Es la moda, desayunar fuera de casa, una costumbre que se extiende por España y Vilagarcía no iba a ser menos: los bares especializados en desayunos se multiplican y las cartas de tostadas, bollería y cafés de especialidad se alargan hasta el infinito. Vas a almorzar y te puede la duda existencial: ¿zumo o smoothie, aguacate o salmón, cruasán o brioche, café de Etiopía o té azul con mango, avellana y cítricos?

Pero ya hemos desayunado en casa y seguimos caminando en busca de la más bella ruta del colesterol: el paseo marítimo. Nos cruzamos con tipos musculados y chicas de melena larga, señoras mayores en chándal fucsia y caballeros respetables con zapatillas verde fosforito. Está muy animado el paseo a estas horas y el juego de colores estimula. A medida que avanzamos, la playa se muestra en todo su esplendor: limpia, llena de porterías de fútbol y redes de vóley, solo el balneario en ruinas supone un chute de feísmo que enturbia y desagrada.

Llegando a Carril, un grupo de entusiasmados alumnos asiste a un curso de marisqueo. Atienden a las enseñanzas con devoción y al acabar la clase, aplauden y se dispersan por los alrededores. La mayoría se sienta en las mesas libres de la terraza de A Esmorga, donde tomamos café leyendo La Voz frente al mar. ¿Puede hacerse algo más relajante una mañana de domingo?

A la vuelta, empapado de armonía, me fijo en los detalles: decenas de pelotas de color naranja esperan a jugadores de fútbol playa; junto a un chiringuito, varias personas yacen sobre una esterilla, encima de la arena, y se estiran, quizás sea yoga, quizás sea pilates, quizás sea una manera de buscar el equilibrio bajo el sol, junto al agua.

Ya en las calles de Vilagarcía, reencuentro con José Luis Rivera Mallo. Cada vez que vuelvo, nos encontramos, charlamos un rato, nos piropeamos recurriendo al «estás igual que siempre» y seguimos nuestro paseo. Nos han dicho que los domingos, el ambiente, que antes solo estaba en A Baldosa, está ahora en O Piñeiriño. No me lo creo. Conocí ese barrio cuando había dos edificios y tenía un nombre genérico: As Pistas. No puede ser la nueva Baldosa. Tengo que comprobarlo. Sí he notado, y lo corroboraré a lo largo del día, que el domingo, Vilagarcía sestea a la espera del verano. Hay mucho bar cerrado, las calles están vacías, falta ambiente. Igual es que la gente está en O Piñeiriño.

Carteles en los escaparates anuncian Ágora Vermú, ese programa veraniego de conciertos que organiza el Concello durante el mes de junio. Empezó el día 1 con Xoubas en la Praza da Liberdade de Carril. Sigue en O Piñeiriño con Noite Fechada, a cuyo concierto me dirijo. Después, Os Duráns (Espiño Band), Romero Ortiz (The Limboos) y Vilaxoán (Chaladura Rock).

Antes de la una, hora del concierto de Noite Fechada, llego a O Piñeiriño y no salgo de mi asombro. No soy capaz de encontrar una sola mesa libre en la media docena de terrazas del barrio. Todas están llenas. Es cierto, la nueva Baldosa está en O Piñeiriño. Me fijo atentamente en la edad de la gente que ocupa las terrazas, entra y sale de los bares y espera el comienzo del concierto. Son parejas jóvenes con niños, parejas algo más maduras con hijos adolescentes, grupos de amigos y amigas llegados desde otros barrios y parroquias que, sin embargo, no es común verlos por A Baldosa.

Estaríamos, pues, ante una zona de vinos y cañas popular, abierta, sin imposturas, nada de ver y dejarse ver. A O Piñeiriño se sube a divertirse y también a reivindicar. En una esquina, frente al escenario, la asociación de vecinos vende camisetas conmemorativas de la fiesta de San Xoán 2025, que se celebrará por todo lo alto en el barrio. El dibujo ganó un concurso celebrado en el colegio público de O Piñeiriño y junto a las camisetas, hay unas hojas de firmas para exigir que se recupere la segunda unidad de cuarto curso de infantil del colegio.

Tras la mesa, al pie del cañón, está el presidente de la asociación de vecinos; vende camisetas y recoge rúbricas reivindicativas. Otro reencuentro: Hilda Parajó, amiga de muchos años, de los tiempos en que Fexdega estaba en la explanada del puerto, y Siña Abeijón, tan amable y simpática como siempre. Volvemos a decirnos lo de «estás igual» y volvemos a creérnoslo. Vemos a la concejala de Cultura, Sonia Outón, atenta a las vicisitudes del Ágora Vermú, y comienza el concierto.

Noite Fechada son marchosos, tienen ritmo, suenan bien y sus letras son entre divertidas y llamativas. Por ejemplo: «Esta merda vai cheirar» o una canción dedicada al narcosurfista y otra protagonizada por el pulpo a feira, el albariño y el churrasco con ensalada. Nos lo pasamos bien, comimos estupendamente en Amor de Madre, nombre curioso para un restaurante, constatamos que en Vilagarcía ya no se socializa solamente en A Baldosa y nos despedimos de todo el mundo con la frase que consuela: «Estás igual». Pero no, es una mentira piadosa: ni nosotros estamos igual ni Vilagarcía está igual.